domingo, 24 de enero de 2016

Lo inevitable

¿Has hecho alguna vez algún intento por sentir el constante e inevitable flujo de la existencia y los acontecimientos?

Podemos hacerlo en este momento si quieres.

Lo percibo como una masa densa de infinitos hilos que me atraviesan de delante hacia atrás a una velocidad vertiginosa.

Intenta percibirlo, date unos segundos.

Había tenido mis dudas hasta hace poco, pero ahora lo veo con claridad: es el futuro materializado, lo que nos toca vivir, la real existencia del tan discutido "destino".

Sinceramente, creo que basta un mero análisis a cierta profundidad para percibir la evidencia de lo inevitable, lo absurdo de la duda, la inexistencia de la libertad humana... Sé que esto suena mal y no negaré que me desagrada pensar así, pero es tal la nitidez del hallazgo...

No tenemos posibilidad alguna de cambiar el futuro.

Reconozco que no hay experimento alguno para demostrar esto, por la imposibilidad de analizar dos veces la reacción humana al mismo escenario. Incluso de ser posible reproducir con exactitud todos y cada uno de los agentes externos que invaden nuestros sentidos, la propia experiencia de la primera exposición sería más que suficiente para contaminar la muestra.

El "análisis a cierta profundidad" al que me refiero, pasa simplemente por comprender que cualquier decisión futura ya está tomada. Que si, precisamente por comprender esto, pudiese "relajarme" en la toma de decisiones, es evidente que esto cambiaría el futuro, pero no habría dependido de mí, en absoluto, pues para mí era inevitable creer en la inevitabilidad y su consecuente efecto sobre la importancia que, a partir de ese momento, perdería a mi juicio la toma de decisiones.

¿Que esto puede ser nefasto? Tal vez, no lo niego. Creo que depende de la óptica con que entendemos nuestra relación con el mundo y lo que esperamos percibir de éste. No auguro tiempos felices tras negar la libertad de nuestro ego.

En la dualidad de la responsabilidad de la acción es donde reside la paradoja.

Somos responsables de nuestras acciones, de cara a los hombres, a la justicia y al mundo, pero no lo somos como seres individuales sean cuales sean los actos. No se me ocurriría culpar al dispositivo en el que escribo en este momento, por el hecho de que disponga en algún momento de un software malicioso.

Acaso... ¿alguien se atreve a asegurar la autoría de actos mejores, estando en el pellejo del más temible asesino?

En cuanto a la responsabilidad de la totalidad de la que formamos parte, es otra cuestión muy distinta.

Da para mucho, muchísimo, imaginarnos cómo sería dejarnos llevar por el fluir de la existencia, como espectadores de primera fila. Sabiendo que vamos a decidir en cada momento, pero sin ser tu y yo los que decidimos, sino todo nuestro condicionamiento acumulado desde siempre, dentro y fuera de nosotros.

Imaginarnos cómo actuaría este conocimiento del fluir de la vida sobre las propias decisiones tomadas, respecto al declive de la inteligencia común sobre la verdadera inteligencia, sin perder jamás de vista la inevitabilidad del nuevo conocimiento, de las nuevas decisiones que de éste emanan y de su repercusión en el curso de los futuros acontecimientos.

No hay margen de maniobra. Tengo la sensación de que, de ser cierto mi convencimiento sobre esta peculiaridad de la existencia, me aportará sin duda una gran dosis de tranquilidad, sea cual sea el devenir, y de liberación, por propia ausencia de la libertad, curiosamente.

Entendimiento inevitable, llegado su momento.

¿Puedes sentirlo?

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