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lunes, 18 de marzo de 2013

Palabras


Me encontraba delante de la televisión, y aunque no suelo verla mucho, en aquella ocasión la encendí. Una periodista conversaba con un reconocido personaje internacional. No sé por qué motivo, el audio del televisor se encontraba al mínimo. Me incorporé con rapidez para alcanzar el mando, pero algo me detuvo.

La mujer parecía decir algo con notable excitación en aquel momento. Noté que su rostro hablaba por sí mismo, en mitad del silencio. Sus facciones eran auténticas corresponsales de sus adentros. Un primer plano como aquel, en total ausencia de palabras, aportaba tal torrente de información interior, que decidí abstenerme de subir el volumen.

Curiosamente, no podía saber lo que decía, pero sí por qué lo decía.

Me era imposible hacer juicios sobre la veracidad de sus argumentos. Sin embargo, la ausencia de tales juicios, parecía dejar en mí espacio suficiente como para percibir con claridad los 'argumentos de sus argumentos', el incuestionable y desconocido trabajo del telonero que hace posible un espectáculo redondo, las fascinantes piruetas de los metatarsianos que dan vida a una marioneta...

Por un momento, me pregunté si la mujer era consciente de todo aquello, mientras hablaba... y me respondí acto seguido, y no durante, al descubrir yo que acababa de perder de vista los propios hilos que sustentaban mis argumentos, los míos. Tal vez fue así, porque cuestioné con palabras... porque entoné en mi interior la misma cantinela que la televisión se había negado a mostrarme. Sin duda alguna, eran versiones diferentes de la misma obra.

Aprendí del silencio, que las palabras son la expresión más nítida del secuestro mental, consumado en el orador, y pronosticado en el oyente.

Es así, salvo cuando conducen al silencio del que provienen...

sábado, 4 de agosto de 2012

Tránsitos



He de confesar que, ante tanta soledad, llegué a sentir miedo.

Ciertamente, aquel corredor por el que tenía la sensación de haber pasado miles de veces, ahora me ofrecía una perspectiva inédita del lugar en el que me encontraba. Nunca antes había observado de aquel modo las interminables hileras de puertas dispuestas a ambos lados de un pasillo eterno, en la convergencia, allá donde mi vista lograba alcanzar, de un punto de fuga no menos absurdo que mi entorno más inmediato.

Tal afinamiento de puertas blanqueadas al son de suelo y techo, bañadas por una tenue luz de origen incierto, no dejaba espacio alguno para las paredes. Y en todas, una alargada maneta reluciente y un cartel sobreimpreso en letras mayúsculas: “SUEÑOS”, sobre otra inscripción algo más pequeña: “Pase sin llamar”.

Cuando me dí cuenta, tenía la mano cómodamente apoyada en una de las manetas. Tal vez fue mi habitual tendencia a la observación de lo insignificante y lo absurdo, la que me detuvo por unos instantes. Volviendo la vista atrás, tan solo tardé un segundo en olvidar tal gesto, ante la descomunal simetría que percibí en ambos sentidos a lo largo de aquel pasaje abisal de longitud desmedida.

Y todo me pareció entonces familiar. Demasiado familiar.

Una nueva actuación de mi desconfianza hacia lo ínfimo, me hizo rehusar aquella puerta, e incluso algunas más, apenas avanzaba unos pasos. Mientras buscaba razones reales para justificar tal desplazamiento estéril, algo me sobresaltó en la lejanía, interrumpiendo la blanca linealidad de aquella galería insondable. Aunque creí apreciar la presencia de una figura oscura, cuando fijé allá mi atención, ya no estaba. –Tal vez un problema en la iluminación- pensé, para cuestionarme acto seguido… -¿Cuánto costará mantener todo esto?

Con la vista en el infinito, noté entonces otro parpadeo casi inapreciable, como el de una estrella lejana. Y otro más…

De repente, me sobresaltó la apertura de golpe de una de las puertas junto a las que yo pasaba en aquel momento. Alguien se me avalanzó y casi me aplasta, de no ser por mis reflejos… Curiosamente, antes de cerrar la puerta de la que provenía, ya había abierto otra al otro lado, por la que se escurrió ipso facto.

Aunque todo sucedió en un segundo y casi me mata de un susto, la entrada de aquel tipo al nuevo aposento, me permitió echar un vistazo a su interior desde fuera. El recinto no era más ancho que su propia puerta de acceso, y al menos media docena de individuos permanecían de pie apoyados sobre la pared izquierda, de varios metros de profundidad. Parecían estar expectantes ante otra puerta situada en la pared opuesta. Aunque había allí otra inscripción, tan sólo pude distinguir lo que ponía debajo: “Espere a ser llamado.”

La puerta se cerró y la tranquilidad regresó a aquel pasadizo inmundo y solitario. No recuerdo mucho más, salvo que aún caminé junto a un centenar de puertas, con la mirada hundida en el continuo parpadeo provocado por el tránsito fugaz de aquellos seres extraños de presencia infinitesimal.

Justo antes de despertarme el estridente motor de uno de los lujosos yates que transitan por estas aguas, creo que terminé por entrar en una de aquellas extrañas habitaciones…

Recostado acá a la sombra en esta confortable tumbona, y en el merecido disfrute de una de las mejores playas del planeta, aún tengo tiempo de escribir estas líneas antes de reunirme con la comitiva en el hotel para presentar mi nuevo proyecto. Esta noche me arrimaré de nuevo al mar, para festejar el éxito echando unas copas en el chiringuito de aquí al lado con esos jóvenes, y jóvenas…

Mi trayectoria promete, nunca estuve tan seguro.

La vida es bella.

Safe Creative #1208042068913

domingo, 20 de mayo de 2012

Potencialmente humanos


Hacía tan sólo un minuto que había entrado en aquella sucursal bancaria y ahora se encontraba arrodillado tras una vistosa jardinera, apoyado en la pared. Con la cabeza gacha, observaba la rapidez con que la seda blanca de su camisa se tornaba oscura, al tiempo que unas gotas de sangre no podían contenerse más entre tan sutiles tejidos, y se estrellaban contra el suelo. Con una mano, sujetaba con firmeza una pequeña pistola dirigida hacia el portal de entrada y con la otra, buscaba algo en sus bolsillos, como si le fuese la vida en ello.

Un grito estremecedor de mujer se oyó tras el mostrador, seguido de varios gemidos desconsolados.

-¡¡¡ Asesinooooo !!!

Media docena de personas, entre empleados y clientes eventuales, se refugiaban allí, recostados sobre el suelo.

Un dependiente de mediana edad, agonizaba entre convulsiones, con la cabeza sobre la mesa mirando al frente y el brazo derecho estirado en diagonal hacia abajo. Acababa de recibir un disparo en la cara, justo después de alcanzar el pulsador de alarma, haciéndola sonar.

-Vaya, parece que esta vez la cosa se pone interesante.- Dijo para sí, mientras intentaba enganchar, con la punta de los dedos, una bala plateada, hallada con éxito en el fondo de su bolsillo derecho. En realidad, le sorprendió la rapidez con que el dependiente pidió ayuda y para colmo, jamás hubiese esperado la presencia casual de un policía vestido de paisano que entraba en la agencia en ese preciso instante. El agente, atrincherado en la calle junto a la puerta de entrada, había logrado alcanzarle en el abdomen, y esperaba atento una segunda oportunidad para reducir definitivamente al atracador, convertido ahora en homicida.

-¡¡¡ Asesinooooo !!!- Se oyó de nuevo entre sollozos, algo más ahogados en la resignación…

-¿Se refiere a mí, señora?- Respondió, mientras giraba la bala entre sus dedos temblorosos, buscando la orientación correcta para cargar la pistola. La bala resbaló y cayó entre sus piernas, pero no alteró en absoluto su interesado discurso.

-Pero… ¡si tendría que estarme agradecida! ¿Acaso no vió la cara de amargado que tenía su compañero? Me refiero a antes de hacerle el favor, claro… ¡jaajajaaaaa!, porque ahora… ¡¡no le renococería ni su madre!!

Tras recuperar la bala y llevarse el antebrazo al vientre, que continuaba emanando sangre a borbotones, inspiró profundamente en un gesto de lacerante dolor, para continuar difamando después.

-¿Realmente cree que su amiguito era mejor persona que yo?-  Dijo, elevando sustancialmente la voz, como el que acumula impotencia y se pone a filosofar desesperadamente.

-¡¿Piensa usted que yo no amo a la vida?!- Elevando a duras penas la bala hacia la pistola, que permanecía apoyada en la pared, prosiguió. -Gracias a mí… ¡¡¡¿¿Sabe a cuántas larvas vamos a alimentar entre él y yo a partir de mañana??!!!

El llanto de la mujer parecía ahora más intenso.

-¡¡¡Sepan ustedes que todo quedará en casa, en este hermoso universo, y que los hijos de sus hijos conservarán algo de nosotros mañana!!! ¡¡¡Alégrense!!! Después de todo… las flores les parecerán igual de hermosas… ¡¡¡¡y la mierda igual de fétida…!!!!

El policía continuaba valorando sus posiblidades.

-Sólo sois humanos en potencia, mas… ¡¡¡mucho me temo que enterraréis vuestro miedo, camuflado de humanidad, cuando enterréis vuestro cuerpo!!!

Al segundo intento, tampoco pudo colocar el proyectil en el oscuro y estrecho agujero del cargador. Este cayó de nuevo, golpeando el suelo con un estridente y repetitivo sonido metálico.

El policía, que había permanecido inmóvil desde su primer acierto, interpretó la señal como si de una tregua se tratase y adelantó inteligentemente su posición, refugiándose tras una ancha columna, ya en el interior del edificio.

-Mi hermanito me lo decía- prosiguió entonces con una voz pausada y melancólica, como si estuviese recitando apasionadamente una hermosa poesía. –Polvo somos y en polvo nos convertiremos. Al fin y al cabo, nosotros, nuestras circunstancias y las circunstancias de nuestras circunstancias… ¡¡¡¡¡forman parte del Todo!!!!!- La frase acabó en un tono diabólico más temible aún que el propio arma que intentaba cargar, y dijo más…

-¡¡Al final, el pobre la palmó en el hospital sin haber disfrutado como yo!!, y todo… porque… jamás… ni él ni nadie… termina nunca de creérselo, como yo lo creo… ¡¡¡ta chaaaannn!!! Jajajaaajaaaaaaa… Ya debía yo acompañarle a estas alturas, pues me ha resultado más que rentable mi puñetera vida… Y mira que se lo dije: debes tener miedo del miedo y de la culpa… ¡¡¡y no de tu conciencia mariconaaaa!!! ¿¿¿A quién vas a temer sino al polvo que eres, osea, a ti mismo???- Entre jadeos, su respiración era ahora más que frenética y podía oirse desde lejos.

El agente asomó entonces la cabeza con rapidez para valorar la situación, dejándose ver…

-¡¡¡¿¿Pero qué haces, imbécil??!!! ¿¿Aún me temes?? A ti también te tocará morir de cáncer, postrado en una cama… ¡¡A ver si entonces tienes pelotas para sonreir como lo hago yo ahora!!

Dicho esto, estiró sus facciones, y abriendo los ojos en demasía, su rostro alcanzaba la típica expresión de asombro terminal. Sus manos se relajaron entonces, y la pistola cayó al suelo, sobre un extenso charco de sangre.

Tal vez, la bala que le mató, era idéntica a la que aún sujetaba en la mano. Y tal vez, la bala que sujetaba en la mano, era idéntica a la que acabó con la vida del otro hombre.

Tal vez, los tres proyectiles, sus circunstancias, y las circunstancias de sus circunstancias, formaban parte… del Todo.

Así lo creía, y con tal convicción, actuó.

Safe Creative #1205201675579

martes, 7 de febrero de 2012

Círculos


Cuando descubres que no has ido jamás a ningún sitio, aún caminas unos pasos más antes de detenerte.

Es el desasosiego el que te inmoviliza, inicialmente. Después, en contra de los cambios de dirección habituales tras la consecución de metas estériles, te rindes.

Es como morir congelado sobre un glaciar abominable de dimensiones eternas, tras haber caminado en círculos, bordeando cortantes y profundos filos de hielo que caen hacia el infinito, creyendo ir más allá de cualquier lugar que hayas pisado antes.

Pero al igual que morir de frío resulta placentero a juzgar por aquellos que lo contaron, ver mis propias huellas por delante de mí resulta, a la vez que confuso, revelador.

Revela que no soy nada especial, más allá de lo que cualquier ser humano es.

Revela que ralentizar el paso, es la mejor forma de ganar tiempo.

Revela que nuestra mente sólo hace círculos, que creerlo o no es cuestión de magnitudes y distanciamiento, hasta el punto de que cualquier rectitud aparente sólo puede reflejar estrechez de miras en el mismo plano donde se elaboran las inquietudes de la vida.

Revela que, a más grande el proyecto y el itinerario, contratiempo mayor.

Es preciso morir allá, en el firme convencimiento de pisar huellas antiguas, para observar la inaudita orquestación geométrica de andares, míos y de mis semejantes, más elocuentes si cabe, cuanto más amplia y lejana es la mirada.

Sea al menos, lo suficiente, como para comprender que todo lugar es punto de partida, y a su vez, punto de llegada.


Safe Creative #1202071043255

martes, 24 de enero de 2012

Una piedra más



Quiso el destino hostigarme con una enfermedad crónica de las leves y a la vez molestas, aunque tengo que decir también que tuvo después el detalle de invitarme al quirófano, todo un privilegio en los tiempos que corren.
El objetivo, paliar una creciente obstrucción nasal.
El resultado, no del todo satisfactorio... por fortuna para mí.
Quiso además el destino que yo brotara donde crecen los cardos marinos, donde la tierra seca tiene los metros contados antes de sumergirse en el mar, cuya blanca espuma besa a las rocas y las abraza apasionadamente.
Y deseó también la providencia que la sal fuese remedio milagroso de muchas dolencias, incluida la mía.
Allá acudo obstinado cada siete ocasos, visibles o invisibles, botella en mano, para pedir prestado tan sólo una muestra del precioso elemento.
Entre dunas y acantilados, agradezco esta segunda oportunidad que se me brinda, de ser, por unos instantes, una piedra más entre las piedras; y mi botella se colma de sal líquida, de besos y de abrazos...

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viernes, 19 de agosto de 2011

La pérdida del ahora: el engaño fundamental

La mirada del ocaso - Playa de la Barrosa (Chiclana)


"Incluso si acepto completamente que en últimas el tiempo es una ilusión ¿qué diferencia va a causar esto en mi vida? Aún tengo que vivir en un mundo que está completamente dominado por el tiempo.

La aceptación intelectual es simplemente otra creencia y no cambiará mucho su vida. Para realizar esta verdad, usted tiene que vivirla. Cuando cada célula de su cuerpo esté tan presente que se sienta vibrar con la vida, y cuando usted pueda sentir en cada momento de la vida la alegría del Ser, entonces puede decirse que usted está libre del tiempo.

Pero todavía tengo que pagar las cuentas mañana, y me volveré viejo y moriré como los demás. ¿Cómo puedo decir que estoy libre del tiempo?

Las cuentas de mañana no son el problema. La disolución del cuerpo físico no es un problema.

El problema es la pérdida del Ahora, o más bien: el engaño central que convierte una mera situación, evento o emoción en un problema personal y en sufrimiento.

La pérdida del ahora es la pérdida del Ser.

Ser libre del tiempo es ser libre de la necesidad psicológica del pasado para su identidad y del futuro para su realización. Representa la transformación más profunda de la conciencia que usted pueda imaginar. En algunos casos raros, este cambio en la conciencia ocurre dramática y radicalmente, de una vez por todas. Cuando ocurre, generalmente viene por medio de una rendición total en medio de sufrimiento intenso.

La mayor parte de las personas, sin embargo, tiene que trabajar en ello.

Cuando usted ha tenido los primeros atisbos del estado intemporal de conciencia, comienza a avanzar y retroceder entre las dimensiones del tiempo y la presencia. Primero se vuelve consciente de cuán raramente su atención está realmente en el Ahora. Pero saber que no está presente es un gran éxito: este reconocimiento es presencia, incluso si inicialmente sólo dura un par de segundos del tiempo de reloj y se pierde de nuevo.

Después, con frecuencia creciente, usted escoge tener la atención de su conciencia en el presente, más que en el pasado o en el futuro y cada vez que se da cuenta de que había perdido el Ahora, puede permanecer en él, no por un par de segundos sino por periodos más largos percibidos desde la perspectiva externa del tiempo del reloj.

Así que antes de estar establecido firmemente en el estado de presencia, es decir antes de ser completamente consciente, usted fluctúa por un tiempo entre la conciencia y la inconsciencia, entre el estado de presencia y el de identificación con la mente.

Usted pierde el Ahora y vuelve a él, una y otra vez.

Eventualmente, la presencia se vuelve su estado predominante.

Para la mayor parte de las personas, la presencia no se experimenta nunca o sólo accidental y brevemente en escasas ocasiones, sin ser reconocida como lo que es. La mayoría de los seres humanos alternan, no entre conciencia e inconsciencia sino sólo entre distintos niveles de inconsciencia."


Eckhart Tolle - "El poder del ahora"

viernes, 26 de noviembre de 2010

Embudo temporal


No sabía cómo había podido llegar hasta allí, pero allí estaba.

A pesar de todo, su condición de hormiga no le permitía plantearse a fondo este tipo de cuestiones, tal vez a cambio de una incomprensible aptitud hacia ciertas proezas, a juzgar por seres de excelente raciocinio, do los hubiera.

Junto a un puñado de tierra blanca de granos bien definidos, había quedado encerrada en la cavidad inferior de un reloj de arena.

Incansablemente, sobre aquella superficie ‘innovadora’ y movediza, escudriñaba cada rincón en busca de una salida, y bien podría decirse que no sería el paso del tiempo lo que acabaría con toda su vitalidad, sino su dolorosa percepción del mismo: golpeada por su futuro inmediato, una lluvia feroz de piedras redondeadas, tan perseverante como ella, le provocaba dolor, al tiempo que la impulsaba con tesón hacia los límites de su celda.

Lo había probado todo, o casi todo, sin éxito alguno. Unas veces, trepando estoicamente por el montículo, creciente en altura y sufrimiento; otras, dejándose enterrar en su pasado, allá donde su movilidad sólo aparente la condenaba a pagar su imprudencia con intereses, hasta salir de nuevo a la superficie y reinventar su huída hacia ninguna parte.

En ocasiones, cesaba la rocosa tempestad y todo parecía aquietarse. Era entonces cuando, sin rozar siquiera el presente, lograba proyectarse hacia el futuro, mas no era sino más de lo mismo, un respiro fugaz e ilusorio en el que la bestia se vuelve para embestir de nuevo. Tras este revés, la caída se antojaba atroz, seguida nada menos que de una montaña… y vuelta al principio.

Esta historia no aportaría nada nuevo, de no ser por el prodigioso viaje que estaba a punto de emprender el insecto.

Ignorando la transparencia de su horizonte y acomodándose en la incertidumbre, ascendió por la pared cóncava de cristal siguiendo un camino espiral cada vez más inclinado. Agarrándose con firmeza a sus limitaciones, logró alcanzar el punto central en el que su vida era desgranada.

Con atención extrema hacia todo cuanto sucedía a su alrededor, el embudo se estrechó a su paso, hasta hacerse del diámetro justo de un único grano del rocoso elemento.

Su situación vital aún le exigía sortear obstáculos, pero ‘ahora’, justo en la frontera entre su pasado y su futuro, lo hacía de uno en uno. Cambiaba la trayectoria de cada piedra a su antojo e incluso era capaz, con su presencia, de detener la mismísima percepción del tiempo y el sufrimiento asociado a esta disfunción tan trascendental como desconocida.

Si bien una hormiga no precisa de ningún remedio para paliar un mal que no le acecha, la proeza de aquella criatura de rápidos andares y postura inmóvil, acompañada de cuantas cuestiones y sentimientos de inutilidad pueda suscitar tal ejercicio en semejante embudo temporal, sería a buen seguro incomprendida por determinados seres, tal vez a cambio de un extraordinario raciocinio, do los hubiera…


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sábado, 11 de septiembre de 2010

Brotes de sinceridad

Fuente De (Cantabria)


¿Alguna vez habéis divisado un paisaje montañoso de picos escarpados, semiocultos entre espesas nubes de algodón, desde un lugar aún más elevado e inaccesible?

Mi casa tiene forma circular y su superficie no alcanza más allá de un metro cuadrado. Carece de paredes y techo y se sustenta por medio de un único pilar que atraviesa hacia abajo el cielo para apoyarse en la espesura, adonde jamás llegan mis ojos.

Todos mis enseres se encuentran justo en el centro de la estancia, el punto más distante del abismo que los rodea, y en cuanto a mí, suelo hacer vida en torno a ellos, en un anillo de dos cuartas de ancho como máximo.

A decir verdad, la distancia que resta hasta el borde donde acaba el suelo, me preocupa demasiado.

Afortunadamente, y a pesar de que cuanto poseo está apoderándose de una considerable porción de mi espacio vital, procuro siempre que esta franja de seguridad que me separa del vacío crezca indefinidamente, y lo consigo.

Como es lógico pensar, y dado que no puede alcanzarse todo en la vida, mis movimientos son ahora bastante más limitados, pero es indiscutible que he ganado mucho en seguridad y pertenencias, aunque haya tenido incluso que aprender a caminar de lado, como los cangrejos…

Por cierto, lo que tengo es mío… ¡ni que se hubiera levantado del cielo!

¡¡Ahh!! Se me olvidaba. Como bien he dicho, mi refugio no tiene techo ni paredes. Sin embargo, un centenar de lienzos decorados en varias millas a la redonda, cuelgan de un sinfín de pérgolas radiales sujetas al extremo del pilar que me sustenta, unos metros más arriba de mi cabeza. Por inaccesible y por lo tanto intangible, no considero esta estructura de mi propiedad, y ni tan siquiera la de mis ancestros, pero su apariencia desde abajo… ¿qué os voy a contar que no veáis?... ¡¡¡el más bello de los palacios en la más alta de las cimas!!! Ni que decir tiene que esta escasez de suelo me permite, a excepción de mi propio apoyo, contemplaros todo, absolutamente todo cuanto subyace a mí.

Gracias a la esmerada educación que me dieron, abandoné muy pronto los juegos de niños, en los que solía buscar las estrellas mirando hacia arriba (incauto), y pasaba horas al borde del precipicio, haciendo equilibrio y con la mirada perdida en algún lugar inmundo de allá abajo… ¡qué escalofríos!

En fin… tengo que dejaros… se me acumula la miseria.

Bastará como siempre con estirar el brazo con cuidado y dar unos golpecitos para introducirla aquí abajo en forma de cuña.

Creo que esta vez me dará para ganar algunos centímetros más…


Safe Creative #1009117300750

sábado, 19 de junio de 2010

Negatividad Vs Optimismo

Ventano del Diablo... y su sombra (Cuenca)

Caminaba sin descanso, pero no hacía más que arrastrar con él un cruce de caminos.

A cada paso, se abrían a ambos lados interminables senderos ocultos a sus ojos, pero con destinos definidos. Aunque no hacía más que elegir una y otra vez entre aquellas dos rutas acompañantes, ni siquiera lo sabía.

Tenía la sensación de tener frente a él un paisaje laberíntico plagado de éxitos y fracasos, y la posibilidad de acometer entre un millón, la travesía más certera en la que trazar “su camino recto”.

En su memoria danzaban innumerables historias, personas y lugares, a los que responsabilizaba a menudo de sus antagónicas sensaciones y estados de ánimo. Mas estos recuerdos, no eran más que simple vegetación, sembrada en la disyuntiva de ambos senderos, los únicos entre los que discurría su vida.

Aunque sus genes habían definido de antemano la curvatura de sus andares, aún tenía la opción de sentarse entre unas piedras, al borde del cruce surgido en cada paso, y hacer uso consciente de su hasta entonces ignorada potestad en la elección:

Según fuera éste o aquel el lugar elegido bajo sus pies, los mismos arbustos, acariciados siempre por el mismo sol, podían regalarle la más hermosa difracción de la luz, o condenarle a la más lúgubre de las sombras…


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viernes, 30 de abril de 2010

Dilema con premio

Cortafuegos - Vista desde la cima del monte Aljibe (Alcalá de los Gazules)


¿Puede la especie humana (su libertad e inteligencia) ser exclusivamente resultado de la selección natural y constituir a su vez la mayor y tal vez única amenaza hacia la propia naturaleza y su proceso evolutivo?

¿Acaso nuestras aspiraciones más profundas son o pueden llegar a ser compatibles con una actitud de respeto absoluto hacia el ecosistema terrestre y su virginidad genética si no es 'evolucionando' hacia cualquier otro organismo, tal como una araña, un hongo, o incluso hacia una nueva cepa del virus de la gripe?

De no haber artífice, proyecto o inteligencia superior que nos encumbre entre el resto de las especies... ¿queda espacio para un error (o cambio de planes) de tal calibre?

En ese caso y sinceramente... ¿podríamos hacer una aportación mayor al planeta y al universo que... desaparecer?

Sin ánimo de mostrarme desalentador ni por el contrario extremadamente optimista y egocéntrico, os dejo esta otra cuestión afirmativa a modo de acertijo:

¿Somos el único ingrediente amargo del pastel, o somos la única boca que, por derecho ajeno y en pro del desarrollo de una inédita libertad otorgada... lo devora?

¿Mi opinión?... seamos respetuosos con nuestra casa, amigos...

...y enhorabuena.


Safe Creative #1004296144218

viernes, 19 de febrero de 2010

Notas de laboratorio

Entre probetas

Sobre una solución base de individualidad temporal sobradamente testeada en otros arquetipos, añadió siete gotas de atracción múltiple hacia la abundancia y lo antagónico, seguidas de un grano cristalino de moralidad potencialmente enrarecida en su propio relativismo.

Finalmente y para completar el proceso, tuvo que retirarse.

Sin apartar la vista de aquella insignificante probeta, observó expectante la inminente e imprevisible reacción del compuesto, el segundo entre los más ambiciosos y sofisticados proyectos, de magnitudes inimaginables:

la libertad humana.

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viernes, 5 de febrero de 2010

Cuestión de responsabilidad (Reposición)

Feria de El Puerto de Santa María

¿Cómo no, con riendas y anteojeras?
Queda pues claro, que el hombre es el único animal responsable
de su propia manipulación y ceguera.

viernes, 22 de enero de 2010

Falsos perjuicios

El árbol caído

FZSSSSSSsssssssssssssss........... TOCcc.

Había oído ese sonido cinco mil veces, pero una vez más, la flecha había vuelto a desviarse. A un metro del blanco, a la derecha, hubiera podido confundirse con una de las ramas de un joven alcornoque, donde quedó clavada.

-No he podido lanzar mejor. Es imposible templar más el arco, controlar mejor la tensión en la espalda, perfeccionar la posición... no me lo explico... debería desistir... sólo una vez más- pensó, mientras se colocaba para probar de nuevo.

Con una maestría increíble y como siempre, tomó la nueva flecha (una más), apretó la empuñadura, dirigió su cabeza hacia el blanco y, con velocidad pausada y uniforme, elevó el arco...

A saber qué fué lo que ocurrió justo en aquel instante. Digo justo, porque realmente... se hizo justicia. Sea lo que fuere aquello que obró en él, le hizo anclar la flecha bajo la mandíbula, en lugar de hacerlo bajo el pómulo. Tensó, apuntó y soltó... y aunque ya no manejaba el tiro en absoluto, continuó apuntando mentalmente, hasta que la flecha llegó a su real destino (esta vez sí). Se incrustó en él, como nunca antes lo había hecho y como sin duda, seguiría haciéndolo a partir de aquel momento...

Tras unos segundos de jubilosa alegría, un crujido estrepitoso quebró el silencio. Afortunadamente, pudo percatarse con la suficiente rapidez, de que nada menos que un árbol se le venía encima, y por poco -por muy poco-, logró esquivarlo...

-¡¡¡ Válgame Dios... el alcornoque !!!-

Indudablemente, fue su terco empeño, disfrazado de cinco mil flechas, lo que llegó a talar (literalmente) aquel árbol...

...y con el árbol, gracias a su obstinada perseverancia, también se derrumbó su desacertada estructura mental de frondoso ramaje, formada por todos y cada uno de los falsos perjuicios de su estrabismo...

...acababa de medir la distancia, antes inexistente, entre su defecto visual y sus verdaderas limitaciones.


Persevera y nunca te subestimes.


Safe Creative #1001225364211

jueves, 14 de enero de 2010

Descenso a la cumbre

Monte Picacho y su reflejo - Alcalá de los Gazules


Si pudiésemos erradicar el materialismo de nuestra mirada,
la sociedad se mostraría ante nuestros ojos como una montaña de carne y hueso,
un conglomerado de millones de seres, que se afanan por ocupar lugares más altos,
mientras proyectan piramidalmente todo su peso sobre aquellos que les sirven de apoyo...

Aunque es la sociedad la que valora la altura de nuestras posiciones
y nuestra mayor o menor capacidad para ascender con rapidez,
no será ésta la que nos enseñe que el viaje más extraordinario y gratificante
es aquel que se acomete al descender... voluntariamente.

Basta de teoría... practiquemos.

Justo en este momento en Haití, casi el 1% de la población
descansa bajo toneladas de tierra y hormigón,
mientras que el resto deambula como fantasmas por las...
¿calles?, soportando todo nuestro peso... todo.

¿Te animas a 'retirar' tu granito de arena
y 'descender' unos centímetros en la montaña humana de la miseria?

Mis colegas españoles y yo tenemos AQUÍ al menos nueve maneras posibles de hacerlo.
(1 euro aquí equivale a 50 allí, 10 = 500, 100 = 5000,...)
Los demás, encontraréis sin duda las mismas oportunidades... o más.

Feliz descenso.


PD. A veces los reflejos son mucho más elocuentes que la propia realidad.

viernes, 8 de enero de 2010

Estacas del paraíso (Reposición)

Límite del castillo de Jimena de la Frontera

"...he visto cercas semiconsumidas por el fuego, los límites de la propiedad perdidos en medio de la pradera, y algún avaro de este mundo con un agrimensor buscando el linde. Aunque el cielo se había aposentado a su alrededor, no advertía el ir y venir de los ángeles porque sólo buscaba el viejo agujero de una estaca en medio del paraíso. Volví a mirar, y lo ví en medio de una ciénaga estigia rodeado de diablos; sin duda había reencontrado el linde -tres pequeñas piedras donde había estado clavada una estaca- y, al mirar de más cerca, ví que el Príncipe de las Tinieblas era su agrimensor."

Henry David Thoreau

viernes, 27 de noviembre de 2009

El domador de estrellas

Higos brevales - Sendero desde El Bosque a Benamahoma

El silbido estridente de un tren de cercanías le despertó al alba.

En un salto, tuvo la destreza de tomar el desayuno, asearse y engalanar su aspecto. Le sobró tiempo incluso para leer el periódico, pero en su ausencia, prefirió dedicarlo a retirar los cartones que le habían servido de refugio en un hueco lateral de la estación, y a los que sin duda, debía la vida. En una noche helada como la que había sido, el fuego no quema, y las serpientes aprovechan para desprenderse de su piel, soldada a las piedras.

Sólo le bastó dar unos pasos para situarse junto al vagón de cola, adonde acudían presurosos un sin fin de individuos colmados de aspiraciones, para fulminar el vacío de sus asientos tapizados.

Como en un alistamiento, enfilaban el angosto acceso a aquella máquina.

Estaban todos: el comerciante encorbatado, la maestra de gafas afiladas, el joven avispado, el mentón del concejal, una exposición de besos a cuatro patas y el loro enjaulado de la falsa viuda. Vestida de extravagantes joyas, exhibía su rostro fruncido y barnizado por capas, en el que hubiera podido leerse el número de primaveras yermas, mejor aún, que sobre el tronco cortado de un árbol.

Desde la otra punta del andén, le entretuvo el ritual protocolario del maquinista antes de entrar en la cabina. Tirando el cigarrillo primero y ajustándose la gorra después, finalizaba el proceso animándole a ocupar asiento; invitación que rehusó con un breve ademán agradecido.

Un traspié de la mujer de los anillos, última de la fila, la hizo abalanzarse sobre el pasillo del vagón. Su jaula, convertida hábilmente en bastón, logró evitar una aparatosa caída (pero no al pobre animal…).

Las puertas se cerraron.

Desde fuera del tren, y a través de cristales ahumados, pudo ver el semblante impaciente e inconcluso de los pasajeros, otra docena más de besos, y el afán desmedido del loro, devolviendo al depósito alimentador los granos desparramados por el piso de la jaula, una vez que ésta descansaba ya segura sobre la falda de su propietaria.

Simultáneamente a todo esto, sólo él podía contemplar cómo el sol comenzaba a trepar entre álamos rosados de hojas inquietas, y cómo la hermosa algarabía de un coro de jilgueros, había tomado ya el relevo del canto pausado y a capella de una pareja de búhos…

… pero vayamos al grano.

Aunque la intención acumulada en el interior de los vagones hubiese bastado para mover el tren, la máquina rugió, y un pitido fino y prolongado avisó de la inminente salida de aquel contenedor de propósitos.

Huyendo de sí mismo, se perdió en el horizonte.

Ante sus ojos solitarios, ahora se mostraba sobre la vía la profundidad del bosque, el vacío auténtico, genuino, antes disfrazado de falsas carencias.

Con un primer paso en firme… se dispuso a llenarlo.

Siguiendo los rieles, caminó durante horas de extraña duración; longitud temporal indefinida entre la brevedad de cualquier dicha y el suspiro eterno del que agoniza.

Era muy consciente de la travesía que tenía por delante. Sin embargo, no pensaba en las montañas que aún había de atravesar. Tampoco le pudo la soledad del valle que se abría ante sus botas harapientas, tan útiles como apreciadas. Y ni siquiera llegó a importarle lo que hubiese allá donde alcanzaba su sombra. Su atención, se había atrincherado en cada paso. Era allí y en ningún otro lugar, donde su vida se desgranaba…

Por encima de todo… quería estar presente.

Vías y traviesas servían de diques, delimitando numerosos charcos de agua cristalina, donde saciar su sed. Procuraba esquivar la imagen de su propia envoltura allí reflejada, corteza que malvendía su bello contenido a otros, y que no estaba dispuesto a comprar a tan bajo precio…

Cuando le asaltaba el apetito, las ramas próximas de los árboles le parecían mangas estiradas de apuestos camareros, que ofrecían irresistibles higos (sólo en apariencia), un ramillete de bellotas maduras, o cualquier otro manjar que fuese de su agrado en aquel momento.

Su mente, cansada ya de severas dietas, había tenido que emigrar muy lejos, y ahora ocupaba un puesto renombrado en una prestigiosa compañía de títeres. De vez en cuando, le enviaba recuerdos, a los que él siempre contestaba con respeto… hasta tal punto era así, que iba personalmente a saludarla, en el acto.

Al llegar a la estación de destino y sobre el último tramo de la vía, pudo apreciar que, como el sol, ya acariciaba la ciudad… fiel reflejo de sí misma.

El trayecto había llegado a su fin.

Volviendo la mirada atrás, agradeció al bosque su compañía, el cual quedaba ya distante. Aquella composición inaudita de tonalidades encendidas, parecía sonrojarse, para luego sumirse en la oscuridad más estéril…

Fue su agotamiento, el único responsable de la existencia tras de sí de una banqueta de madera, sobre la que tomaron asiento él, y su soledad. Aún pasaría un buen rato allí antes de acostarse. Transcurrida la noche entre cartones, volvería una vez más sobre sus pasos.

Llevándose la mano al pecho, extrajo del bolsillo de su chaqueta la única y más preciada de sus posesiones después de su indumentaria: un pequeño caramelo enrollado en papel añejo con figuras ilegibles, regalo de su infancia, y que no había sido nunca desenvuelto.

La aparente irrelevancia del camino recorrido, sumada a la posible incomprensión hacia lo que aquel amuleto absurdo podría significar, sólo puede traducirse en la más absoluta incredulidad ante lo que aún quedaba por acontecer…

Con la mano entreabierta y la mirada fija en el cielo ya oscurecido, divisó a toda una eternidad de estrellas dirigirse hacia el cenit…

…venían a él, a pedirle un deseo.


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viernes, 6 de noviembre de 2009

Verdadera riqueza (Reposición)

En la cima del monte Picacho (Alcalá de los Gazules)

Dejad que proclamen sus riquezas aquellos que, afinados sobre cáscaras de hormigón y sin presente alguno, se afanan por sustituir "ceros" por "unos" en el disco duro de alguna entidad bancaria, que yo seré, en estos parajes solitarios y mientras viva, el hombre más rico del mundo.

viernes, 16 de octubre de 2009

Pienso-miento (Reposición)

Obsérvate, pero no en un espejo.

Estudia el rostro de los demás, sus gestos...

...cuando les hablas y fijan su mirada en algún sitio
mientras asienten con la cabeza, absorbidos por el pensamiento...

...cuando van solos por la calle y durante un segundo
mueven sus manos al compás de una mueca en su cara,
como si hablaran...

...cuando compran acalorados y con los ojos brillantes,
o quedan absortos ante algún anuncio publicitario...

...o imaginan lo peor de toda una eternidad futura que, aunque sin
duda es tan improbable e incontenible en cualquier momento
presente, puede ser, en un solo segundo, contenido y representado
como tal en la mente... y simultáneamente sufrido...

... o recuerdan un pasado igualmente selectivo, inexistente ahora,
e igualmente sufrible, en igual mente.

Observa cómo te miran... sin verte.

Ese eres tú.

Basta ya, de pensar... y de mentir.




Dedicado a JUGUETE MENTAL,
mi primer gran buscador.

jueves, 17 de septiembre de 2009

A contraluz

Garganta de puerto oscuro - Ladera del monte Picacho (Alcalá de los Gazules)

Todo aquel que me conoce, sabe que soy hombre de pocas palabras. Y todo aquel que me conoce mejor, sabe que hay ciertos temas de especial trascendencia para mí, sobre los que podría hablar durante años, sin que nadie pudiese hacerme callar.

Trascendencia vital que, en ocasiones y rozando lo absurdo, se antepone a la de mi propia existencia, hasta el punto de llegar a ser ésta considerada como encubridora necesaria de la búsqueda, del desarrollo y la resolución de mis inquietudes; mi vida, como 'tapadera' de mis adentros.

Sin intención alguna de entrar a valorar las ventajas e inconvenientes que este particular 'sentido de la vida' o 'razón de ser', desgraciado en apariencia (incapaz sería a priori) y que ante todo me hace distinguir entre 'el ocaso de la mirada' y 'la mirada del ocaso', me gustaría exponer hoy una historia, acontecida en uno de mis largos paseos por el bosque, en los que -casi siempre- termino por fundirme con la naturaleza.

Llevaba ya casi dos horas caminando entre alcornocales; árboles que daban ya cobijo a un sol especialmente anaranjado, cuando me topé con un hombre de mediana edad que debía proceder del lugar de mi destino. Con un ademán interesado, me invitó a detener la marcha, para dirigirme a continuación la palabra.

Me preguntó sobre el camino que tenía yo a mis espaldas, con la curiosidad de saber si sería capaz de alcanzar su meta, antes que el sol, para no quedarse completamente a oscuras.

Mientras le explicaba la travesía que aún tenía por delante, me llamó la atención la extraordinaria dedicación (casi devoción) con que ambos, nos entregábamos a aquel diálogo.

La conexión era total.

Podía observar cómo cada palabra dirigida a mi interlocutor, producía diminutas ondas sobre el tejido muscular de su rostro, y una mínima variación en el tono empleado, parecía traducirse en descargas eléctricas que alteraban la pronunciación de sus cejas y la amplitud de las cuencas de sus ojos, seguido de una leve sacudida de su cabeza justo allá a donde se dirigía en cada momento la fluctuante frecuencia de mi voz. Entretanto, su mirada era capaz de contrarrestar a la perfección los movimientos de mi cabeza, los de mi cuerpo, y todos los suyos, para converger fielmente en mi entrecejo. En suma, tenía la impresión de estar, por medio de una infinidad de hilos invisibles, apoderándome de sus impulsos, e incluso inaugurando aquella nueva extensión de mi propia musculatura…

No recuerdo qué estaba yo diciendo en aquel momento cuando, de forma repentina, su rostro cristalizó. La tensión acumulada en sus facciones se esfumó paulatinamente durante el transcurso de poco más de un segundo y sus pupilas, coincidentes aún con las mías, se abrieron hacia el infinito, antes de permanecer inmóviles e indiferentes a cuantas interpretaciones gestuales hacía yo mismo de mis propias palabras.

Parecía un embrujo.

Me había abandonado a mí, y conmigo, toda percepción de su realidad externa. Su mente, aprovechando un cruce de caminos, había tomado las riendas de su vida y ya no había presente para él.

Mientras podía observar a cierta distancia cómo el torrente de mi voz continuaba impasible ante tal encantamiento, no pude yo resistirme a realizar ciertos experimentos, con tímidos cabeceos, más y más prolongados cada vez, como péndulo acomplejado ante la pasividad de sus ojos, y cuyo objetivo no era otro que testimoniar la ñoñez de aquella mirada perdida.

Mi descortesía llegó a tal extremo, que me vi situado justo detrás de aquel sujeto, hablándole a un oído y después, al otro; cacheándole sin tocarle, para luego sentir que me alejaba sigilosamente de espaldas, casi bailando, y jugaba a encajar su contorno con el de la espesa arboleda que, más adelante, parecía abrazar el camino.

Las palabras, continuaban resonando a lo lejos sobre aquella silueta a contraluz, solitaria e inmóvil, y hacían eco entre montañas dicromáticas, bajo un cielo perfumado, tardío y sobre todo, solemne, en cuya comprensión, pude apreciar un pliego de la realidad, certificado del creador, que no merece ser descrito aquí.

Y entre palabras exiguas, casi de otro mundo, y justo antes de ver a un Santo bajar del cielo, llegué a percibir una palmadita en el hombro, y el asalto de otras palabras mucho más nítidas, que no habían sido articuladas por mí:

- Eh, oiga, pero… ¿me está escuchando?... se me hace tarde, y quería saber… –

----- -----

Aquel día, el rasero de medir mi superación, descendió al nivel de mis limitaciones. En aquel intento desacertado de ser uno con la naturaleza, resulté de nuevo secuestrado y dejé de ser… Quedó a mis ojos demostrado, que el ciego que aprende a ver, comparte aún la misma ceguera que el sano…

…¿me está escuchando?


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viernes, 28 de agosto de 2009

Muscidae Occasus

El crepúsculo (Salinas de San Fernando)

Se había decidido por fin a abandonar aquel espacio reducido y polvoriento.

Conocía con exactitud todos y cada una de las columnas blancas que se alzaban en varios niveles y que cubrían casi en su totalidad uno de los laterales de aquel solitario habitáculo.

Desde el lugar donde se encontraba, podía contemplar muy bien la vacuidad del plano opuesto. Su cercanía, explicaba la extenuación al que le habían llevado los repetidos cambios de dirección de sus últimos desplazamientos.

Con una velocidad prodigiosa, giró su cuerpo justo lo suficiente para alinearse con los últimos rayos de sol que penetraban por el vértice superior de un hueco practicado en el lateral estrecho; hueco, que un día antes había permitido su entrada a un nuevo mundo rectilíneo y que ahora le ofrecía, por segunda vez, la posibilidad de contemplar multiplicada por mil y como si de una exposición de gradientes dinámicos de color se tratase, la belleza de aquel ocaso, sobre hileras de espejos plateados y montañas de sal.

Justo cuando el penúltimo rayo abandonó el último fotograma de su colmena visual, dió media vuelta tan rápidamente, que aún pudo apreciar la agonía del último hilo de su propia sombra. Sin duda alguna esta vez, una hora más tarde, hubiera sido capaz en total ausencia de luz, de entrar y salir sin percance alguno de todos aquellos agujeros de borde brillante al pie de cada columna, en cuyo interior, entre cantos de papel amarillo, había estado sembrando su propia descendencia.

Pero ya estaba decidido.

Con un movimiento casi inapreciable como de estremecimiento, pareció menguar a la posición de salida y acto seguido, se lanzó al vacío.

Una vez alcanzado en línea recta su objetivo: un fino halo vertical resplandeciente, otrora grueso a merced de las corrientes de aire, ya había descendido lo justo para situarse a media altura y... con un quiebro en firme, sólo faltó el trazo de media elipse cuasi perfecta para hallarse fuera.

Abandonado ya el hastío de lo conocido, sobrevoló con lentitud un prolongado y claro recinto sobreiluminado y siempre rectangular, para acceder a otro, mucho más espacioso y cúbico, donde la luz se repartía de forma desigual entre alargados focos deslumbrantes desde lo alto y algunas imágenes dinámicas estampadas a un lado, que captaban la atención de ciertos seres enormes y extremadamente torpes de movimiento. El lado opuesto, a sus espaldas y carente de objetos, mostraba un generoso hueco al exterior que había estado aportándoles luz, sólo eso, y ahora, convertido en crepúsculo, ya no contaba para ellos.

Nada más entrar, fijó su atención en un punto vacío, céntrico, equidistante de todo cuanto allí había y una vez más, con decisión, se dispuso a alcanzarlo.

Aproximarse a aquel lugar imaginario, le aportaba seguridad, al tiempo que lograba disipar toda la incertidumbre e inquietud acumuladas durante la nueva travesía. Lo cruzó con la exactitud de un relojero, percatándose poco más allá de que empezaba a alejarse y entonces, retrocedió bruscamente.

Así se mantuvo. Zigzagueaba sobre el plano ecuatorial de aquella sala,... siempre buscando el centro.

Los nuevos olores y la variedad de formas percibidas, conseguían distraer progresivamente su atención y alterar sus vaivenes, haciéndolos cada vez más prolongados y periféricos. Parecía incluso mostrar la apariencia de estar firmando su destino... De ser cuantificable, hubiera podido demostrarse la asombrosa proporcionalidad directa entre lo que distaba de aquel punto céntrico virtual y el irrefrenable deseo hacia lo desconocido, así como la proporcionalidad inversa entre éstos, y la ya diluida sensación de paz y seguridad, derramada en cada nuevo estímulo.

Y así, embriagada por aquella atmósfera pintoresca que era ya reconocida a escasa distancia entre numerosos torbellinos y piruetas varias, se dejó caer, no sin cautela, sobre una superficie a primera vista curva y heterogénea, que al instante resultó transitable y porosa, después cálida y apetecible, y finalmente... salada.

El éxtasis duró sólo un segundo.

La leve inclinación percibida bajo uno de sus apoyos traseros, cambió drásticamente su proyecto vital, centrado ahora en un único objetivo: la huída. Con cierta urgencia exagerada preparó la posición y levantó el vuelo. A escasa distancia pero a salvo, pudo observar la ejecución completa de la amenaza anunciada: una sacudida de velocidad ilusoria con que aquella protuberancia exquisita pero hostil, le mostraba su rechazo y abandonaba su posición original, arrastrando una oscura y enorme plataforma rectangular y perdiéndose con ella más allá de lo relevante.

En su lugar, quedaba al descubierto una porción considerable de otra planicie mucho más extensa y brillante, sobre la que se apoyaban algunos objetos muy atractivos, los cuales habían sido en número y tamaño suficientes, como para hacerla inapreciable justo hasta ese momento.

Con su firmeza habitual, descendió para analizarlos y... mientras avanzaba a pasos entrecortados, ocurrió...

Una sombra repentina desde atrás le impulsó a retomar el vuelo hacia delante, pero esta vez la urgencia era tal, que tuvo que omitir ese movimiento reflejo imprescindible para tomar velocidad. Tras un salto en oblicuo y mientras conseguía elevarse a duras penas, se percató al fin de lo que, irremediablemente, ya tenía encima....... mmmm......

......cabalgata de imágenes......

......silencio......

......inclinación......

......vértigo......

......y otro golpe, mucho más tenue y lejano, ya casi inapreciable, para acabar allí afuera, en la soledad de su última percepción:

Mientras un manto rojizo seguido por otro sin color iba cubriendo de un lado a otro y cariñosamente su múltiple exposición visual, se ancló allí, en el último fotograma, refugio de su vida, para recrearse por última vez en la majestuosidad de aquel crepúsculo, sobre hileras de espejos plateados y montañas de sal.

Ahora el centro...... ocupaba su lugar.


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