lunes, 18 de marzo de 2013
sábado, 4 de agosto de 2012
Tránsitos
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domingo, 20 de mayo de 2012
Potencialmente humanos
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martes, 7 de febrero de 2012
Círculos
Cuando descubres que no has ido jamás a ningún sitio, aún caminas unos pasos más antes de detenerte.
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martes, 24 de enero de 2012
Una piedra más
Quiso el destino hostigarme con una enfermedad crónica de las leves y a la vez molestas, aunque tengo que decir también que tuvo después el detalle de invitarme al quirófano, todo un privilegio en los tiempos que corren.
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viernes, 19 de agosto de 2011
La pérdida del ahora: el engaño fundamental
"Incluso si acepto completamente que en últimas el tiempo es una ilusión ¿qué diferencia va a causar esto en mi vida? Aún tengo que vivir en un mundo que está completamente dominado por el tiempo.
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viernes, 26 de noviembre de 2010
Embudo temporal
A pesar de todo, su condición de hormiga no le permitía plantearse a fondo este tipo de cuestiones, tal vez a cambio de una incomprensible aptitud hacia ciertas proezas, a juzgar por seres de excelente raciocinio, do los hubiera.
Junto a un puñado de tierra blanca de granos bien definidos, había quedado encerrada en la cavidad inferior de un reloj de arena.
Incansablemente, sobre aquella superficie ‘innovadora’ y movediza, escudriñaba cada rincón en busca de una salida, y bien podría decirse que no sería el paso del tiempo lo que acabaría con toda su vitalidad, sino su dolorosa percepción del mismo: golpeada por su futuro inmediato, una lluvia feroz de piedras redondeadas, tan perseverante como ella, le provocaba dolor, al tiempo que la impulsaba con tesón hacia los límites de su celda.
Lo había probado todo, o casi todo, sin éxito alguno. Unas veces, trepando estoicamente por el montículo, creciente en altura y sufrimiento; otras, dejándose enterrar en su pasado, allá donde su movilidad sólo aparente la condenaba a pagar su imprudencia con intereses, hasta salir de nuevo a la superficie y reinventar su huída hacia ninguna parte.
En ocasiones, cesaba la rocosa tempestad y todo parecía aquietarse. Era entonces cuando, sin rozar siquiera el presente, lograba proyectarse hacia el futuro, mas no era sino más de lo mismo, un respiro fugaz e ilusorio en el que la bestia se vuelve para embestir de nuevo. Tras este revés, la caída se antojaba atroz, seguida nada menos que de una montaña… y vuelta al principio.
Esta historia no aportaría nada nuevo, de no ser por el prodigioso viaje que estaba a punto de emprender el insecto.
Ignorando la transparencia de su horizonte y acomodándose en la incertidumbre, ascendió por la pared cóncava de cristal siguiendo un camino espiral cada vez más inclinado. Agarrándose con firmeza a sus limitaciones, logró alcanzar el punto central en el que su vida era desgranada.
Con atención extrema hacia todo cuanto sucedía a su alrededor, el embudo se estrechó a su paso, hasta hacerse del diámetro justo de un único grano del rocoso elemento.
Su situación vital aún le exigía sortear obstáculos, pero ‘ahora’, justo en la frontera entre su pasado y su futuro, lo hacía de uno en uno. Cambiaba la trayectoria de cada piedra a su antojo e incluso era capaz, con su presencia, de detener la mismísima percepción del tiempo y el sufrimiento asociado a esta disfunción tan trascendental como desconocida.
Si bien una hormiga no precisa de ningún remedio para paliar un mal que no le acecha, la proeza de aquella criatura de rápidos andares y postura inmóvil, acompañada de cuantas cuestiones y sentimientos de inutilidad pueda suscitar tal ejercicio en semejante embudo temporal, sería a buen seguro incomprendida por determinados seres, tal vez a cambio de un extraordinario raciocinio, do los hubiera…
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sábado, 11 de septiembre de 2010
Brotes de sinceridad

¿Alguna vez habéis divisado un paisaje montañoso de picos escarpados, semiocultos entre espesas nubes de algodón, desde un lugar aún más elevado e inaccesible?
Mi casa tiene forma circular y su superficie no alcanza más allá de un metro cuadrado. Carece de paredes y techo y se sustenta por medio de un único pilar que atraviesa hacia abajo el cielo para apoyarse en la espesura, adonde jamás llegan mis ojos.
Todos mis enseres se encuentran justo en el centro de la estancia, el punto más distante del abismo que los rodea, y en cuanto a mí, suelo hacer vida en torno a ellos, en un anillo de dos cuartas de ancho como máximo.
A decir verdad, la distancia que resta hasta el borde donde acaba el suelo, me preocupa demasiado.
Afortunadamente, y a pesar de que cuanto poseo está apoderándose de una considerable porción de mi espacio vital, procuro siempre que esta franja de seguridad que me separa del vacío crezca indefinidamente, y lo consigo.
Como es lógico pensar, y dado que no puede alcanzarse todo en la vida, mis movimientos son ahora bastante más limitados, pero es indiscutible que he ganado mucho en seguridad y pertenencias, aunque haya tenido incluso que aprender a caminar de lado, como los cangrejos…
Por cierto, lo que tengo es mío… ¡ni que se hubiera levantado del cielo!
¡¡Ahh!! Se me olvidaba. Como bien he dicho, mi refugio no tiene techo ni paredes. Sin embargo, un centenar de lienzos decorados en varias millas a la redonda, cuelgan de un sinfín de pérgolas radiales sujetas al extremo del pilar que me sustenta, unos metros más arriba de mi cabeza. Por inaccesible y por lo tanto intangible, no considero esta estructura de mi propiedad, y ni tan siquiera la de mis ancestros, pero su apariencia desde abajo… ¿qué os voy a contar que no veáis?... ¡¡¡el más bello de los palacios en la más alta de las cimas!!! Ni que decir tiene que esta escasez de suelo me permite, a excepción de mi propio apoyo, contemplaros todo, absolutamente todo cuanto subyace a mí.
Gracias a la esmerada educación que me dieron, abandoné muy pronto los juegos de niños, en los que solía buscar las estrellas mirando hacia arriba (incauto), y pasaba horas al borde del precipicio, haciendo equilibrio y con la mirada perdida en algún lugar inmundo de allá abajo… ¡qué escalofríos!
En fin… tengo que dejaros… se me acumula la miseria.
Bastará como siempre con estirar el brazo con cuidado y dar unos golpecitos para introducirla aquí abajo en forma de cuña.
Creo que esta vez me dará para ganar algunos centímetros más…
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sábado, 19 de junio de 2010
Negatividad Vs Optimismo

A cada paso, se abrían a ambos lados interminables senderos ocultos a sus ojos, pero con destinos definidos. Aunque no hacía más que elegir una y otra vez entre aquellas dos rutas acompañantes, ni siquiera lo sabía.
Tenía la sensación de tener frente a él un paisaje laberíntico plagado de éxitos y fracasos, y la posibilidad de acometer entre un millón, la travesía más certera en la que trazar “su camino recto”.
En su memoria danzaban innumerables historias, personas y lugares, a los que responsabilizaba a menudo de sus antagónicas sensaciones y estados de ánimo. Mas estos recuerdos, no eran más que simple vegetación, sembrada en la disyuntiva de ambos senderos, los únicos entre los que discurría su vida.
Aunque sus genes habían definido de antemano la curvatura de sus andares, aún tenía la opción de sentarse entre unas piedras, al borde del cruce surgido en cada paso, y hacer uso consciente de su hasta entonces ignorada potestad en la elección:
Según fuera éste o aquel el lugar elegido bajo sus pies, los mismos arbustos, acariciados siempre por el mismo sol, podían regalarle la más hermosa difracción de la luz, o condenarle a la más lúgubre de las sombras…
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viernes, 30 de abril de 2010
Dilema con premio

¿Acaso nuestras aspiraciones más profundas son o pueden llegar a ser compatibles con una actitud de respeto absoluto hacia el ecosistema terrestre y su virginidad genética si no es 'evolucionando' hacia cualquier otro organismo, tal como una araña, un hongo, o incluso hacia una nueva cepa del virus de la gripe?
De no haber artífice, proyecto o inteligencia superior que nos encumbre entre el resto de las especies... ¿queda espacio para un error (o cambio de planes) de tal calibre?
En ese caso y sinceramente... ¿podríamos hacer una aportación mayor al planeta y al universo que... desaparecer?
Sin ánimo de mostrarme desalentador ni por el contrario extremadamente optimista y egocéntrico, os dejo esta otra cuestión afirmativa a modo de acertijo:
¿Somos el único ingrediente amargo del pastel, o somos la única boca que, por derecho ajeno y en pro del desarrollo de una inédita libertad otorgada... lo devora?
¿Mi opinión?... seamos respetuosos con nuestra casa, amigos...
...y enhorabuena.
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viernes, 19 de febrero de 2010
Notas de laboratorio

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viernes, 5 de febrero de 2010
Cuestión de responsabilidad (Reposición)
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viernes, 22 de enero de 2010
Falsos perjuicios

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jueves, 14 de enero de 2010
Descenso a la cumbre
la sociedad se mostraría ante nuestros ojos como una montaña de carne y hueso,
un conglomerado de millones de seres, que se afanan por ocupar lugares más altos,
mientras proyectan piramidalmente todo su peso sobre aquellos que les sirven de apoyo...
y nuestra mayor o menor capacidad para ascender con rapidez,
no será ésta la que nos enseñe que el viaje más extraordinario y gratificante
es aquel que se acomete al descender... voluntariamente.
descansa bajo toneladas de tierra y hormigón,
mientras que el resto deambula como fantasmas por las...
¿calles?, soportando todo nuestro peso... todo.
y 'descender' unos centímetros en la montaña humana de la miseria?
(1 euro aquí equivale a 50 allí, 10 = 500, 100 = 5000,...)
Los demás, encontraréis sin duda las mismas oportunidades... o más.
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viernes, 8 de enero de 2010
Estacas del paraíso (Reposición)

"...he visto cercas semiconsumidas por el fuego, los límites de la propiedad perdidos en medio de la pradera, y algún avaro de este mundo con un agrimensor buscando el linde. Aunque el cielo se había aposentado a su alrededor, no advertía el ir y venir de los ángeles porque sólo buscaba el viejo agujero de una estaca en medio del paraíso. Volví a mirar, y lo ví en medio de una ciénaga estigia rodeado de diablos; sin duda había reencontrado el linde -tres pequeñas piedras donde había estado clavada una estaca- y, al mirar de más cerca, ví que el Príncipe de las Tinieblas era su agrimensor."
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viernes, 27 de noviembre de 2009
El domador de estrellas
En un salto, tuvo la destreza de tomar el desayuno, asearse y engalanar su aspecto. Le sobró tiempo incluso para leer el periódico, pero en su ausencia, prefirió dedicarlo a retirar los cartones que le habían servido de refugio en un hueco lateral de la estación, y a los que sin duda, debía la vida. En una noche helada como la que había sido, el fuego no quema, y las serpientes aprovechan para desprenderse de su piel, soldada a las piedras.
Sólo le bastó dar unos pasos para situarse junto al vagón de cola, adonde acudían presurosos un sin fin de individuos colmados de aspiraciones, para fulminar el vacío de sus asientos tapizados.
Como en un alistamiento, enfilaban el angosto acceso a aquella máquina.
Estaban todos: el comerciante encorbatado, la maestra de gafas afiladas, el joven avispado, el mentón del concejal, una exposición de besos a cuatro patas y el loro enjaulado de la falsa viuda. Vestida de extravagantes joyas, exhibía su rostro fruncido y barnizado por capas, en el que hubiera podido leerse el número de primaveras yermas, mejor aún, que sobre el tronco cortado de un árbol.
Desde la otra punta del andén, le entretuvo el ritual protocolario del maquinista antes de entrar en la cabina. Tirando el cigarrillo primero y ajustándose la gorra después, finalizaba el proceso animándole a ocupar asiento; invitación que rehusó con un breve ademán agradecido.
Un traspié de la mujer de los anillos, última de la fila, la hizo abalanzarse sobre el pasillo del vagón. Su jaula, convertida hábilmente en bastón, logró evitar una aparatosa caída (pero no al pobre animal…).
Las puertas se cerraron.
Desde fuera del tren, y a través de cristales ahumados, pudo ver el semblante impaciente e inconcluso de los pasajeros, otra docena más de besos, y el afán desmedido del loro, devolviendo al depósito alimentador los granos desparramados por el piso de la jaula, una vez que ésta descansaba ya segura sobre la falda de su propietaria.
Simultáneamente a todo esto, sólo él podía contemplar cómo el sol comenzaba a trepar entre álamos rosados de hojas inquietas, y cómo la hermosa algarabía de un coro de jilgueros, había tomado ya el relevo del canto pausado y a capella de una pareja de búhos…
… pero vayamos al grano.
Aunque la intención acumulada en el interior de los vagones hubiese bastado para mover el tren, la máquina rugió, y un pitido fino y prolongado avisó de la inminente salida de aquel contenedor de propósitos.
Huyendo de sí mismo, se perdió en el horizonte.
Ante sus ojos solitarios, ahora se mostraba sobre la vía la profundidad del bosque, el vacío auténtico, genuino, antes disfrazado de falsas carencias.
Con un primer paso en firme… se dispuso a llenarlo.
Siguiendo los rieles, caminó durante horas de extraña duración; longitud temporal indefinida entre la brevedad de cualquier dicha y el suspiro eterno del que agoniza.
Era muy consciente de la travesía que tenía por delante. Sin embargo, no pensaba en las montañas que aún había de atravesar. Tampoco le pudo la soledad del valle que se abría ante sus botas harapientas, tan útiles como apreciadas. Y ni siquiera llegó a importarle lo que hubiese allá donde alcanzaba su sombra. Su atención, se había atrincherado en cada paso. Era allí y en ningún otro lugar, donde su vida se desgranaba…
Por encima de todo… quería estar presente.
Vías y traviesas servían de diques, delimitando numerosos charcos de agua cristalina, donde saciar su sed. Procuraba esquivar la imagen de su propia envoltura allí reflejada, corteza que malvendía su bello contenido a otros, y que no estaba dispuesto a comprar a tan bajo precio…
Cuando le asaltaba el apetito, las ramas próximas de los árboles le parecían mangas estiradas de apuestos camareros, que ofrecían irresistibles higos (sólo en apariencia), un ramillete de bellotas maduras, o cualquier otro manjar que fuese de su agrado en aquel momento.
Su mente, cansada ya de severas dietas, había tenido que emigrar muy lejos, y ahora ocupaba un puesto renombrado en una prestigiosa compañía de títeres. De vez en cuando, le enviaba recuerdos, a los que él siempre contestaba con respeto… hasta tal punto era así, que iba personalmente a saludarla, en el acto.
Al llegar a la estación de destino y sobre el último tramo de la vía, pudo apreciar que, como el sol, ya acariciaba la ciudad… fiel reflejo de sí misma.
El trayecto había llegado a su fin.
Volviendo la mirada atrás, agradeció al bosque su compañía, el cual quedaba ya distante. Aquella composición inaudita de tonalidades encendidas, parecía sonrojarse, para luego sumirse en la oscuridad más estéril…
Fue su agotamiento, el único responsable de la existencia tras de sí de una banqueta de madera, sobre la que tomaron asiento él, y su soledad. Aún pasaría un buen rato allí antes de acostarse. Transcurrida la noche entre cartones, volvería una vez más sobre sus pasos.
Llevándose la mano al pecho, extrajo del bolsillo de su chaqueta la única y más preciada de sus posesiones después de su indumentaria: un pequeño caramelo enrollado en papel añejo con figuras ilegibles, regalo de su infancia, y que no había sido nunca desenvuelto.
La aparente irrelevancia del camino recorrido, sumada a la posible incomprensión hacia lo que aquel amuleto absurdo podría significar, sólo puede traducirse en la más absoluta incredulidad ante lo que aún quedaba por acontecer…
Con la mano entreabierta y la mirada fija en el cielo ya oscurecido, divisó a toda una eternidad de estrellas dirigirse hacia el cenit…
…venían a él, a pedirle un deseo.
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viernes, 6 de noviembre de 2009
Verdadera riqueza (Reposición)

Dejad que proclamen sus riquezas aquellos que, afinados sobre cáscaras de hormigón y sin presente alguno, se afanan por sustituir "ceros" por "unos" en el disco duro de alguna entidad bancaria, que yo seré, en estos parajes solitarios y mientras viva, el hombre más rico del mundo.
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viernes, 16 de octubre de 2009
Pienso-miento (Reposición)
Estudia el rostro de los demás, sus gestos...
...cuando les hablas y fijan su mirada en algún sitio
...cuando van solos por la calle y durante un segundo
...cuando compran acalorados y con los ojos brillantes,
o quedan absortos ante algún anuncio publicitario...
...o imaginan lo peor de toda una eternidad futura que, aunque sin
... o recuerdan un pasado igualmente selectivo, inexistente ahora,
Observa cómo te miran... sin verte.
Ese eres tú.
Basta ya, de pensar... y de mentir.
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jueves, 17 de septiembre de 2009
A contraluz

Trascendencia vital que, en ocasiones y rozando lo absurdo, se antepone a la de mi propia existencia, hasta el punto de llegar a ser ésta considerada como encubridora necesaria de la búsqueda, del desarrollo y la resolución de mis inquietudes; mi vida, como 'tapadera' de mis adentros.
Sin intención alguna de entrar a valorar las ventajas e inconvenientes que este particular 'sentido de la vida' o 'razón de ser', desgraciado en apariencia (incapaz sería a priori) y que ante todo me hace distinguir entre 'el ocaso de la mirada' y 'la mirada del ocaso', me gustaría exponer hoy una historia, acontecida en uno de mis largos paseos por el bosque, en los que -casi siempre- termino por fundirme con la naturaleza.
Llevaba ya casi dos horas caminando entre alcornocales; árboles que daban ya cobijo a un sol especialmente anaranjado, cuando me topé con un hombre de mediana edad que debía proceder del lugar de mi destino. Con un ademán interesado, me invitó a detener la marcha, para dirigirme a continuación la palabra.
Me preguntó sobre el camino que tenía yo a mis espaldas, con la curiosidad de saber si sería capaz de alcanzar su meta, antes que el sol, para no quedarse completamente a oscuras.
Mientras le explicaba la travesía que aún tenía por delante, me llamó la atención la extraordinaria dedicación (casi devoción) con que ambos, nos entregábamos a aquel diálogo.
La conexión era total.
Podía observar cómo cada palabra dirigida a mi interlocutor, producía diminutas ondas sobre el tejido muscular de su rostro, y una mínima variación en el tono empleado, parecía traducirse en descargas eléctricas que alteraban la pronunciación de sus cejas y la amplitud de las cuencas de sus ojos, seguido de una leve sacudida de su cabeza justo allá a donde se dirigía en cada momento la fluctuante frecuencia de mi voz. Entretanto, su mirada era capaz de contrarrestar a la perfección los movimientos de mi cabeza, los de mi cuerpo, y todos los suyos, para converger fielmente en mi entrecejo. En suma, tenía la impresión de estar, por medio de una infinidad de hilos invisibles, apoderándome de sus impulsos, e incluso inaugurando aquella nueva extensión de mi propia musculatura…
No recuerdo qué estaba yo diciendo en aquel momento cuando, de forma repentina, su rostro cristalizó. La tensión acumulada en sus facciones se esfumó paulatinamente durante el transcurso de poco más de un segundo y sus pupilas, coincidentes aún con las mías, se abrieron hacia el infinito, antes de permanecer inmóviles e indiferentes a cuantas interpretaciones gestuales hacía yo mismo de mis propias palabras.
Parecía un embrujo.
Me había abandonado a mí, y conmigo, toda percepción de su realidad externa. Su mente, aprovechando un cruce de caminos, había tomado las riendas de su vida y ya no había presente para él.
Mientras podía observar a cierta distancia cómo el torrente de mi voz continuaba impasible ante tal encantamiento, no pude yo resistirme a realizar ciertos experimentos, con tímidos cabeceos, más y más prolongados cada vez, como péndulo acomplejado ante la pasividad de sus ojos, y cuyo objetivo no era otro que testimoniar la ñoñez de aquella mirada perdida.
Mi descortesía llegó a tal extremo, que me vi situado justo detrás de aquel sujeto, hablándole a un oído y después, al otro; cacheándole sin tocarle, para luego sentir que me alejaba sigilosamente de espaldas, casi bailando, y jugaba a encajar su contorno con el de la espesa arboleda que, más adelante, parecía abrazar el camino.
Las palabras, continuaban resonando a lo lejos sobre aquella silueta a contraluz, solitaria e inmóvil, y hacían eco entre montañas dicromáticas, bajo un cielo perfumado, tardío y sobre todo, solemne, en cuya comprensión, pude apreciar un pliego de la realidad, certificado del creador, que no merece ser descrito aquí.
Y entre palabras exiguas, casi de otro mundo, y justo antes de ver a un Santo bajar del cielo, llegué a percibir una palmadita en el hombro, y el asalto de otras palabras mucho más nítidas, que no habían sido articuladas por mí:
- Eh, oiga, pero… ¿me está escuchando?... se me hace tarde, y quería saber… –
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Aquel día, el rasero de medir mi superación, descendió al nivel de mis limitaciones. En aquel intento desacertado de ser uno con la naturaleza, resulté de nuevo secuestrado y dejé de ser… Quedó a mis ojos demostrado, que el ciego que aprende a ver, comparte aún la misma ceguera que el sano…
…¿me está escuchando?
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viernes, 28 de agosto de 2009
Muscidae Occasus
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