El descosido
No existe nada más falso que tu propia mente.
Sí, así es. Procuraré explicártelo para que no lo entiendas.
Hasta que no rompes tu identificación con ella, eres incapaz de reconocer esta gran verdad, y aceptarla… y ‘triceversa’.
Aceptación y ruptura van de la mano, pues una conduce a la otra. Ambas se complementan.
En el vasto entramado mental, ningún descosido se abre si no existe previamente como tal, si antes no se produce el desgarro de un primer hilo. Y una vez que surge el agujero, la luz que emana a su través alumbra las fauces del engaño: ese monstruo parlanchín que se nos ha dado a conocer a través de sus propias descripciones sobre sí mismo y que nos mostrará el mundo según sus propios intereses (pasado y futuro).
Y ante la ceguera del destello, ante el desconcierto de lo que parece ‘no ser’, tu voluntad sigue siendo su voluntad, a no ser que percibas el silencio que brota del abismo tras la conciencia deshilachada, la quietud de la que nacen sus palabras.
Ante el sufrimiento, tu mente se apresurará a poner siempre en tus manos las mismas herramientas: hilo y aguja. En cambio, en los momentos plácidos, os regocijaréis por el mayor tiempo posible de la perfección y fortaleza de la costura realizada. Seréis uno, ante la imposibilidad de repartiros la autoría de tales proezas.
Para comprender con palabras, es preciso no comprender… tal vez con frases inconclusas cuyo razonamiento muere, necesariamente.
Aquí y Ahora es donde la mente calla, pierde el control y te lo cede a ti.
Dulces o salados, no son más que condimentos del mismo alimento que la sustenta.
Siendo lo más simple, es lo más difícil.
Control para observar sin más, o para volverlo a perder.
¿Vivir al máximo el presente? No. Permanecer conscientes es suficiente.
¿Utilidad? ¿Propósito? ¿Sentido de la vida? Por favor, déjale hablar (aceptación), pero no ignores su naturaleza y cuanto se distancia de ti (ruptura): identifica el parloteo a la luz del abismo tras el agujero… y responderás a estas preguntas y/o el por qué te las planteas (o incluso el por qué no aceptas que te las planteas), el por qué te interesa todo esto, (o el por qué presientes que en el fondo no te importa lo más mínimo), el por qué es tan vital, (o el por qué lo niegas)…
Tus únicas opciones son coser, o sentarte a mirar cómo se agranda el descosido, justo cuando lo observas.
No harás nada más trascendente en tu vida que una de estas dos cosas.