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viernes, 19 de febrero de 2010

Notas de laboratorio

Entre probetas

Sobre una solución base de individualidad temporal sobradamente testeada en otros arquetipos, añadió siete gotas de atracción múltiple hacia la abundancia y lo antagónico, seguidas de un grano cristalino de moralidad potencialmente enrarecida en su propio relativismo.

Finalmente y para completar el proceso, tuvo que retirarse.

Sin apartar la vista de aquella insignificante probeta, observó expectante la inminente e imprevisible reacción del compuesto, el segundo entre los más ambiciosos y sofisticados proyectos, de magnitudes inimaginables:

la libertad humana.

Safe Creative #1002195551922

jueves, 17 de septiembre de 2009

A contraluz

Garganta de puerto oscuro - Ladera del monte Picacho (Alcalá de los Gazules)

Todo aquel que me conoce, sabe que soy hombre de pocas palabras. Y todo aquel que me conoce mejor, sabe que hay ciertos temas de especial trascendencia para mí, sobre los que podría hablar durante años, sin que nadie pudiese hacerme callar.

Trascendencia vital que, en ocasiones y rozando lo absurdo, se antepone a la de mi propia existencia, hasta el punto de llegar a ser ésta considerada como encubridora necesaria de la búsqueda, del desarrollo y la resolución de mis inquietudes; mi vida, como 'tapadera' de mis adentros.

Sin intención alguna de entrar a valorar las ventajas e inconvenientes que este particular 'sentido de la vida' o 'razón de ser', desgraciado en apariencia (incapaz sería a priori) y que ante todo me hace distinguir entre 'el ocaso de la mirada' y 'la mirada del ocaso', me gustaría exponer hoy una historia, acontecida en uno de mis largos paseos por el bosque, en los que -casi siempre- termino por fundirme con la naturaleza.

Llevaba ya casi dos horas caminando entre alcornocales; árboles que daban ya cobijo a un sol especialmente anaranjado, cuando me topé con un hombre de mediana edad que debía proceder del lugar de mi destino. Con un ademán interesado, me invitó a detener la marcha, para dirigirme a continuación la palabra.

Me preguntó sobre el camino que tenía yo a mis espaldas, con la curiosidad de saber si sería capaz de alcanzar su meta, antes que el sol, para no quedarse completamente a oscuras.

Mientras le explicaba la travesía que aún tenía por delante, me llamó la atención la extraordinaria dedicación (casi devoción) con que ambos, nos entregábamos a aquel diálogo.

La conexión era total.

Podía observar cómo cada palabra dirigida a mi interlocutor, producía diminutas ondas sobre el tejido muscular de su rostro, y una mínima variación en el tono empleado, parecía traducirse en descargas eléctricas que alteraban la pronunciación de sus cejas y la amplitud de las cuencas de sus ojos, seguido de una leve sacudida de su cabeza justo allá a donde se dirigía en cada momento la fluctuante frecuencia de mi voz. Entretanto, su mirada era capaz de contrarrestar a la perfección los movimientos de mi cabeza, los de mi cuerpo, y todos los suyos, para converger fielmente en mi entrecejo. En suma, tenía la impresión de estar, por medio de una infinidad de hilos invisibles, apoderándome de sus impulsos, e incluso inaugurando aquella nueva extensión de mi propia musculatura…

No recuerdo qué estaba yo diciendo en aquel momento cuando, de forma repentina, su rostro cristalizó. La tensión acumulada en sus facciones se esfumó paulatinamente durante el transcurso de poco más de un segundo y sus pupilas, coincidentes aún con las mías, se abrieron hacia el infinito, antes de permanecer inmóviles e indiferentes a cuantas interpretaciones gestuales hacía yo mismo de mis propias palabras.

Parecía un embrujo.

Me había abandonado a mí, y conmigo, toda percepción de su realidad externa. Su mente, aprovechando un cruce de caminos, había tomado las riendas de su vida y ya no había presente para él.

Mientras podía observar a cierta distancia cómo el torrente de mi voz continuaba impasible ante tal encantamiento, no pude yo resistirme a realizar ciertos experimentos, con tímidos cabeceos, más y más prolongados cada vez, como péndulo acomplejado ante la pasividad de sus ojos, y cuyo objetivo no era otro que testimoniar la ñoñez de aquella mirada perdida.

Mi descortesía llegó a tal extremo, que me vi situado justo detrás de aquel sujeto, hablándole a un oído y después, al otro; cacheándole sin tocarle, para luego sentir que me alejaba sigilosamente de espaldas, casi bailando, y jugaba a encajar su contorno con el de la espesa arboleda que, más adelante, parecía abrazar el camino.

Las palabras, continuaban resonando a lo lejos sobre aquella silueta a contraluz, solitaria e inmóvil, y hacían eco entre montañas dicromáticas, bajo un cielo perfumado, tardío y sobre todo, solemne, en cuya comprensión, pude apreciar un pliego de la realidad, certificado del creador, que no merece ser descrito aquí.

Y entre palabras exiguas, casi de otro mundo, y justo antes de ver a un Santo bajar del cielo, llegué a percibir una palmadita en el hombro, y el asalto de otras palabras mucho más nítidas, que no habían sido articuladas por mí:

- Eh, oiga, pero… ¿me está escuchando?... se me hace tarde, y quería saber… –

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Aquel día, el rasero de medir mi superación, descendió al nivel de mis limitaciones. En aquel intento desacertado de ser uno con la naturaleza, resulté de nuevo secuestrado y dejé de ser… Quedó a mis ojos demostrado, que el ciego que aprende a ver, comparte aún la misma ceguera que el sano…

…¿me está escuchando?


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viernes, 28 de agosto de 2009

Muscidae Occasus

El crepúsculo (Salinas de San Fernando)

Se había decidido por fin a abandonar aquel espacio reducido y polvoriento.

Conocía con exactitud todos y cada una de las columnas blancas que se alzaban en varios niveles y que cubrían casi en su totalidad uno de los laterales de aquel solitario habitáculo.

Desde el lugar donde se encontraba, podía contemplar muy bien la vacuidad del plano opuesto. Su cercanía, explicaba la extenuación al que le habían llevado los repetidos cambios de dirección de sus últimos desplazamientos.

Con una velocidad prodigiosa, giró su cuerpo justo lo suficiente para alinearse con los últimos rayos de sol que penetraban por el vértice superior de un hueco practicado en el lateral estrecho; hueco, que un día antes había permitido su entrada a un nuevo mundo rectilíneo y que ahora le ofrecía, por segunda vez, la posibilidad de contemplar multiplicada por mil y como si de una exposición de gradientes dinámicos de color se tratase, la belleza de aquel ocaso, sobre hileras de espejos plateados y montañas de sal.

Justo cuando el penúltimo rayo abandonó el último fotograma de su colmena visual, dió media vuelta tan rápidamente, que aún pudo apreciar la agonía del último hilo de su propia sombra. Sin duda alguna esta vez, una hora más tarde, hubiera sido capaz en total ausencia de luz, de entrar y salir sin percance alguno de todos aquellos agujeros de borde brillante al pie de cada columna, en cuyo interior, entre cantos de papel amarillo, había estado sembrando su propia descendencia.

Pero ya estaba decidido.

Con un movimiento casi inapreciable como de estremecimiento, pareció menguar a la posición de salida y acto seguido, se lanzó al vacío.

Una vez alcanzado en línea recta su objetivo: un fino halo vertical resplandeciente, otrora grueso a merced de las corrientes de aire, ya había descendido lo justo para situarse a media altura y... con un quiebro en firme, sólo faltó el trazo de media elipse cuasi perfecta para hallarse fuera.

Abandonado ya el hastío de lo conocido, sobrevoló con lentitud un prolongado y claro recinto sobreiluminado y siempre rectangular, para acceder a otro, mucho más espacioso y cúbico, donde la luz se repartía de forma desigual entre alargados focos deslumbrantes desde lo alto y algunas imágenes dinámicas estampadas a un lado, que captaban la atención de ciertos seres enormes y extremadamente torpes de movimiento. El lado opuesto, a sus espaldas y carente de objetos, mostraba un generoso hueco al exterior que había estado aportándoles luz, sólo eso, y ahora, convertido en crepúsculo, ya no contaba para ellos.

Nada más entrar, fijó su atención en un punto vacío, céntrico, equidistante de todo cuanto allí había y una vez más, con decisión, se dispuso a alcanzarlo.

Aproximarse a aquel lugar imaginario, le aportaba seguridad, al tiempo que lograba disipar toda la incertidumbre e inquietud acumuladas durante la nueva travesía. Lo cruzó con la exactitud de un relojero, percatándose poco más allá de que empezaba a alejarse y entonces, retrocedió bruscamente.

Así se mantuvo. Zigzagueaba sobre el plano ecuatorial de aquella sala,... siempre buscando el centro.

Los nuevos olores y la variedad de formas percibidas, conseguían distraer progresivamente su atención y alterar sus vaivenes, haciéndolos cada vez más prolongados y periféricos. Parecía incluso mostrar la apariencia de estar firmando su destino... De ser cuantificable, hubiera podido demostrarse la asombrosa proporcionalidad directa entre lo que distaba de aquel punto céntrico virtual y el irrefrenable deseo hacia lo desconocido, así como la proporcionalidad inversa entre éstos, y la ya diluida sensación de paz y seguridad, derramada en cada nuevo estímulo.

Y así, embriagada por aquella atmósfera pintoresca que era ya reconocida a escasa distancia entre numerosos torbellinos y piruetas varias, se dejó caer, no sin cautela, sobre una superficie a primera vista curva y heterogénea, que al instante resultó transitable y porosa, después cálida y apetecible, y finalmente... salada.

El éxtasis duró sólo un segundo.

La leve inclinación percibida bajo uno de sus apoyos traseros, cambió drásticamente su proyecto vital, centrado ahora en un único objetivo: la huída. Con cierta urgencia exagerada preparó la posición y levantó el vuelo. A escasa distancia pero a salvo, pudo observar la ejecución completa de la amenaza anunciada: una sacudida de velocidad ilusoria con que aquella protuberancia exquisita pero hostil, le mostraba su rechazo y abandonaba su posición original, arrastrando una oscura y enorme plataforma rectangular y perdiéndose con ella más allá de lo relevante.

En su lugar, quedaba al descubierto una porción considerable de otra planicie mucho más extensa y brillante, sobre la que se apoyaban algunos objetos muy atractivos, los cuales habían sido en número y tamaño suficientes, como para hacerla inapreciable justo hasta ese momento.

Con su firmeza habitual, descendió para analizarlos y... mientras avanzaba a pasos entrecortados, ocurrió...

Una sombra repentina desde atrás le impulsó a retomar el vuelo hacia delante, pero esta vez la urgencia era tal, que tuvo que omitir ese movimiento reflejo imprescindible para tomar velocidad. Tras un salto en oblicuo y mientras conseguía elevarse a duras penas, se percató al fin de lo que, irremediablemente, ya tenía encima....... mmmm......

......cabalgata de imágenes......

......silencio......

......inclinación......

......vértigo......

......y otro golpe, mucho más tenue y lejano, ya casi inapreciable, para acabar allí afuera, en la soledad de su última percepción:

Mientras un manto rojizo seguido por otro sin color iba cubriendo de un lado a otro y cariñosamente su múltiple exposición visual, se ancló allí, en el último fotograma, refugio de su vida, para recrearse por última vez en la majestuosidad de aquel crepúsculo, sobre hileras de espejos plateados y montañas de sal.

Ahora el centro...... ocupaba su lugar.


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sábado, 1 de agosto de 2009

Razón de ser

Barranco del paraíso (Almería)

¿Cuántas veces percibes durante del día tu 'estado mental', el trayecto de un determinado pensamiento, las diferentes sensaciones que te provoca, o la forma en que altera tu estado de ánimo? ¿nunca, 2, 5, 30, 150...?

¿Sabías al menos que esto no sólo es posible, sino que además ese 'darse cuenta' te sumerge en un 'proceso irreversible' de destrucción de tu 'falsa identidad del yo'?

En pocas palabras, desgraciadamente creemos que somos lo que pensamos ('lo que pensamos' = todo aquello que circula por nuestra mente), y justo cuando comienzas a observar tus pensamientos, comienzas a conocer a aquel que tenía una determinada idea sobre cómo eres, a aquel que creías ser, ubicándote eternamente en la planicie del centro, entre laderas de sufrimiento pasado y futuro...

... y entonces es cuando surge la nada...

... y te pierdes de tí mismo...

... y descubres que no sabes quién eres...

... y es entonces cuando estás más cerca de 'experimentarte'...

... pero igual de lejos de conocerte...

... pues jamás podrás hacerlo...

... porque el observador se ha fundido con lo observado...

... al observar una flor...

... de verdad ...

... sin la imagen de la flor que tenías en la cabeza...

... limpio de pensamientos y juicios mentales...

... al sentir el contacto del viento en tu piel...

... limpio...

... al sentir el latido de tu corazón, o dolor de cabeza...

... limpio...

... al oir el sonido más lejano, o ese ruido tan molesto...

... limpio...

... en comunión con el universo...

... y das la bienvenida a la nueva etapa evolutiva del ser humano...

... en la que finalmente Dios,...

... se contempla a sí mismo.


"¿nunca, 2, 5, 30, 150...?"

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