sábado, 2 de junio de 2012

Necrológica



-Comandante Arcturus llamando a Siderius XV, Comandante Arcturus a Siderius XV, respondan por favor.


El cristal de la escotilla reflejaba sólo parte de su rostro, pero fue más que suficiente para percatarse de la preocupación que le embargaba en aquel momento.

-Siderius XV, respondan por favor.- Repitió, enfrentándose a continuación al silencio más espectral que había oído jamás en un transmisor.

Al otro lado, la nave se alejaba lentamente, dejando por primera vez al descubierto el puerto de anclaje al que había estado ensamblada la cápsula de salvamento. Había entrado allí hacía escasos minutos para reparar ciertas anomalías en el sistema de guiado autónomo del módulo, y por motivos desconocidos, acababa de activarse el procedimiento de desembarque, quedando a la deriva.

-Pero… ¿qué demonios? ¿Quién ha hecho eso?- Se preguntó en voz alta, mientras se giraba veloz hacia la consola de control manual, empotrada verticalmente en la pared de la cápsula, a un lado de la escotilla.

–Que yo sepa, las rutinas de guiado no enlazan directamente con los protocolos de emergencia… Está claro que debe de haber más de un fallo en el procesador. Tenía que haberlo previsto… ¡¡diablos!!- Gritó para sí, mientras sus dedos golpeaban frenéticamente sobre un pequeño teclado en el que había puesto todas sus expectativas.

Accediendo a los controles de propulsión del módulo, y tras permanecer a la espera unos segundos, respiró profundamente al comprobar en la consola que no había restricción alguna para su uso.

-¡¡Bien!!... vamos allá. A ver… coordenadas relativas…- Levantó rápidamente la cabeza para calcular su posición, y siguió tecleando... –Cinco, dos, ocho. Azimutal, dos, nueve… ya está.- Lanzada la secuencia, quedó expectante tras el cristal a que los propulsores hiciesen lo propio para contrarrestar la distancia hasta el Siderius, visible ya en su totalidad.

Aunque llegó a percibir el giro de los motores de posicionamiento, no pudo corroborar la inversión del movimiento, ni ningún cambio significativo en la trayectoria de la cápsula.

-No puede ser… ¡no responde!- Gritó indignado, antes de volver a teclear aún más efusivamente y asomarse de nuevo al vacío con doble dosis de impaciencia. -¡Muévete de una vez! ¡¡Por el amor de Dios, Siderius, contesten!!

Mirando otra vez por la escotilla, el Siderius se mostraba colosal, alejándose en la vastedad del universo. La percepción fue tal, que por unos instantes venció la sublimidad de la imagen allá proyectada sobre la imprevisibilidad de su destino más inmediato. Por la posición de la nave, los rayos del sol incidían rasantes sobre su superficie metálica, en una sucesión de tonalidades inauditas, que reposaban amigablemente sobre la oscura espaciosidad del vacío cósmico.

Enfocando en corto la mirada, la inquietud impresa en sus facciones le devolvería de nuevo al peligro, tal vez de no contemplar nunca escenas tan bellas...  y se incorporó, cargado de ánimos.

–Tranquilo. Lo último que haré será perder la calma. A bordo deberían estar ya ultimando las maniobras para el rescate. Pronto estaré a salvo.- Pero su mente le daba una de cal y tres de arena... –Sin embargo, ¿por qué no contactan conmigo? ¿Acaso tampoco funciona el transmisor? ¿¿Cómo puede fallar todo a la vez??

En medio de la impotencia, miró a su alrededor. El módulo de emergencia era pequeño y realmente claustrofóbico. Ataviado con infinidad de artilugios colgados por medio de ganchos o sujetos con velcro a sus paredes oblicuas, bien daba la impresión de haberse usado en alguna que otra batalla encarnizada en pro de la supervivencia, por el desorden allí reunido.

-Nada de esto servirá ya, más que para prolongar mi agonía…- Se dijo, y dirigiéndose de nuevo a la abertura de cristal, volvió a contemplar la figura menguante del galeón sideral, alejándose de él despiadadamente.

Fijando su atención en la galería de mando, donde una hilera de paneles translúcidos permitía a la tripulación la observación espacial, pudo distinguir en la lejanía, la imagen de varios sujetos de batas blancas, atareados en alguna labor crítica, a juzgar por su compenetración y rapidez de movimientos. A cierta distancia, otra persona permanecía de pie. Orientada hacia su posición, parecía observarle. Detrás de esta silueta inmóvil, dos criaturas de corta edad jugaban en el suelo, entre objetos de diverso tamaño.

-¡¡Estoy aquí, por lo que más quieran!!- Gritó. Su consternación se había convertido ahora en llanto e impotencia exacerbados.

En su alejamiento del Siderius, la cápsula se había elevado ligeramente, lo que le permitía observar parte de la cubierta de la nave y su estructura multi-radial compuesta por infinitud de prismas cristalinos. La reflexión en ellos del astro rey, le recordó uno de tantos atardeceres contemplados al pie de mares revueltos, entre cuyas agitadas aguas había encontrado la paz, tan ansiada en aquellos instantes.

Y quedó así extasiado entre lágrimas durante largos minutos, ante la misteriosa travesía de un buque tan intrépido, capaz de cortar el vacío con su caprichosa existencia e ímpetu de marchar hacia delante.

De repente, en su ensimismamiento, le sobresaltó la imagen de un objeto esférico rodando sobre la cubierta de la nave, en una extensa superficie coloreada ahora de hierba fresca. Y se dejó llevar, en la apariencia de ver a unos críos, esparciendo su energía en el transcurso de carreras frenéticas. Más acá, sobre un banco de madera añeja, un anciano soltaba su bastón para sujetar cariñosamente las manos de un niño, y le susurraba algo al oído… En otro banco, era un joven quien susurraba apasionados besos a una chica, mientras una mariposa entretejía con sus alas los rayos de un sol caído, atados a la espesura de un roble, al pie del camino. Al otro lado de aquella plaza imaginaria, unos recién casados exhibían sus radiantes vestidos entre carcajadas, bajo interminables fachadas resplandecientes donde un hombre, colgado en las alturas, daba su último brochazo de color, justo antes de sumarse al tumulto.

Ahora, la mariposa reposaba inerte sobre la esbelta curvatura del bastón, apoyado en el banco… en solitario.

Observó la perfección de contornos que le ofrecían sus alas plegadas hacia el cielo. Experimentó su soledad, como nunca antes lo había hecho. Y echando de menos su sombra, proyectada en el infinito de un ocaso eterno, se completó entonces la visión de todo aquello en lo que había creído: arrastrado por la nave menguante, se perdió en la nada.

En algún lugar del universo, una sábana cubría el rostro relajado de un cadáver aún caliente.

-Hora de la muerte… veintiuna treinta y siete. Por favor, informen a su familia. ¿Saben si a su esposa la acompaña alguien más, aparte de sus hijas?

Safe Creative #1206011742048

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No se si es correcto utilizar el término "maravilloso", pero leer tus ralatos es como tomar un libro pequeño y tener una historia con principio y final en minutos.
De verdad te felicito, me encanta leerte.
Te dejo un fuerte abrazo y te deseo un hermoso domingo!

mj dijo...

Yo quisiera, al dejar mi cuerpo, perderme en esa Nada.
En esa nada que somos.
El capricho que imagina la Nada que desea mirarse para saber cómo es.

Qué buen texto!!
Un abrazo.

Adriana Alba dijo...

Que relato estupendo Buscador.

Me he sumergido en el espacio...algunos hablan de un túnel con una luz blanca a lo lejos, pero bien podría ser un viaje espacial.

Te felicito, por tu creatividad e imaginación.

Besitos.

Buscador de buscadores dijo...

¡¡¡ Gracias a todos, por vuestros motivadores comentarios !!!

Blogger Templates by OurBlogTemplates.com 2008