El ocaso de los dioses
La multitud le esperaba fuera.
Sólo tenía que subir una pequeña escalinata para alcanzar la tarima. Una vez arriba, podrían enfocarle un centenar de cámaras y su rostro sería difundido hasta el último rincón del planeta. El reconocimiento que le aguardaba, prometía ser apoteósico, e incluso difícilmente igualable entre los recordados desde que el hombre es hombre.
Subiendo con parsimonia cada uno de los escalones, llegó a medir con exactitud la distancia que le separaba del más osado y laborioso de los sueños. Un sueño como ninguno, por el que se había dejado la piel, y cuyo éxito y fracaso dependían ahora de centímetros...
Justo en el momento en que un paso más hubiese hecho añicos su anonimato, se detuvo.
-Ya está cumplido -dijo para sí.
Y tras girarse con atrevimiento hacia abajo, tal y como baja el sol en el ocaso, se marchó por donde había venido.
1 comentarios:
A veces anhelamos tanto algo, que simplemente con saber que llegamos a sentir que lo logramos alcanza... excelente entrada.
Te dejo un fuerte abrazo.
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