viernes, 19 de abril de 2013

El ocaso de los dioses


La multitud le esperaba fuera.

Sólo tenía que subir una pequeña escalinata para alcanzar la tarima. Una vez arriba, podrían enfocarle un centenar de cámaras y su rostro sería difundido hasta el último rincón del planeta. El reconocimiento que le aguardaba, prometía ser apoteósico, e incluso difícilmente igualable entre los recordados desde que el hombre es hombre.

Subiendo con parsimonia cada uno de los escalones, llegó a medir con exactitud la distancia que le separaba del más osado y laborioso de los sueños. Un sueño como ninguno, por el que se había dejado la piel, y cuyo éxito y fracaso dependían ahora de centímetros...

Justo en el momento en que un paso más hubiese hecho añicos su anonimato, se detuvo.

-Ya está cumplido -dijo para sí.

Y tras girarse con atrevimiento hacia abajo, tal y como baja el sol en el ocaso, se marchó por donde había venido.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

A veces anhelamos tanto algo, que simplemente con saber que llegamos a sentir que lo logramos alcanza... excelente entrada.
Te dejo un fuerte abrazo.

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