Hacía tan sólo un minuto que había entrado en aquella
sucursal bancaria y ahora se encontraba arrodillado tras una vistosa jardinera,
apoyado en la pared. Con la cabeza gacha, observaba la rapidez con que la seda
blanca de su camisa se tornaba oscura, al tiempo que unas gotas de sangre no
podían contenerse más entre tan sutiles tejidos, y se estrellaban contra el
suelo. Con una mano, sujetaba con firmeza una pequeña pistola dirigida hacia el
portal de entrada y con la otra, buscaba algo en sus bolsillos, como si le
fuese la vida en ello.
Un grito estremecedor de mujer se oyó tras el
mostrador, seguido de varios gemidos desconsolados.
Media docena de personas, entre empleados y clientes
eventuales, se refugiaban allí, recostados sobre el suelo.
Un dependiente de mediana edad, agonizaba entre
convulsiones, con la cabeza sobre la mesa mirando al frente y el brazo derecho
estirado en diagonal hacia abajo. Acababa de recibir un disparo en la cara,
justo después de alcanzar el pulsador de alarma, haciéndola sonar.
-Vaya, parece que esta vez la cosa se pone
interesante.- Dijo para sí, mientras intentaba enganchar, con la punta de los
dedos, una bala plateada, hallada con éxito en el fondo de su bolsillo derecho.
En realidad, le sorprendió la rapidez con que el dependiente pidió ayuda y para
colmo, jamás hubiese esperado la presencia casual de un policía vestido de
paisano que entraba en la agencia en ese preciso instante. El agente,
atrincherado en la calle junto a la puerta de entrada, había logrado alcanzarle
en el abdomen, y esperaba atento una segunda oportunidad para reducir
definitivamente al atracador, convertido ahora en homicida.
-¡¡¡ Asesinooooo !!!- Se oyó de nuevo entre sollozos,
algo más ahogados en la resignación…
-¿Se refiere a mí, señora?- Respondió, mientras giraba
la bala entre sus dedos temblorosos, buscando la orientación correcta para
cargar la pistola. La bala resbaló y cayó entre sus piernas, pero no alteró en
absoluto su interesado discurso.
-Pero… ¡si tendría que estarme agradecida! ¿Acaso no
vió la cara de amargado que tenía su compañero? Me refiero a antes de hacerle
el favor, claro… ¡jaajajaaaaa!, porque ahora… ¡¡no le renococería ni su
madre!!
Tras recuperar la bala y llevarse el antebrazo al
vientre, que continuaba emanando sangre a borbotones, inspiró profundamente en
un gesto de lacerante dolor, para continuar difamando después.
-¿Realmente cree que su amiguito era mejor persona que
yo?- Dijo, elevando sustancialmente la
voz, como el que acumula impotencia y se pone a filosofar desesperadamente.
-¡¿Piensa usted que yo no amo a la vida?!- Elevando a
duras penas la bala hacia la pistola, que permanecía apoyada en la pared,
prosiguió. -Gracias a mí… ¡¡¡¿¿Sabe a cuántas larvas vamos a alimentar entre él
y yo a partir de mañana??!!!
El llanto de la mujer parecía ahora más intenso.
-¡¡¡Sepan ustedes que todo quedará en casa, en este
hermoso universo, y que los hijos de sus hijos conservarán algo de nosotros
mañana!!! ¡¡¡Alégrense!!! Después de todo… las flores les parecerán igual de hermosas…
¡¡¡¡y la mierda igual de fétida…!!!!
El policía continuaba valorando sus posiblidades.
-Sólo sois humanos en potencia, mas… ¡¡¡mucho me temo
que enterraréis vuestro miedo, camuflado de humanidad, cuando enterréis vuestro
cuerpo!!!
Al segundo intento, tampoco pudo colocar el proyectil
en el oscuro y estrecho agujero del cargador. Este cayó de nuevo, golpeando el
suelo con un estridente y repetitivo sonido metálico.
El policía, que había permanecido inmóvil desde su
primer acierto, interpretó la señal como si de una tregua se tratase y adelantó
inteligentemente su posición, refugiándose tras una ancha columna, ya en el
interior del edificio.
-Mi hermanito me lo decía- prosiguió entonces con una
voz pausada y melancólica, como si estuviese recitando apasionadamente una
hermosa poesía. –Polvo somos y en polvo nos convertiremos. Al fin y al cabo,
nosotros, nuestras circunstancias y las circunstancias de nuestras
circunstancias… ¡¡¡¡¡forman parte del Todo!!!!!- La frase acabó en un tono diabólico más temible aún que
el propio arma que intentaba cargar, y dijo más…
-¡¡Al final, el pobre la palmó en el hospital sin haber
disfrutado como yo!!, y todo… porque… jamás… ni él ni nadie… termina nunca de creérselo,
como yo lo creo… ¡¡¡ta chaaaannn!!! Jajajaaajaaaaaaa… Ya debía yo acompañarle a
estas alturas, pues me ha resultado más que rentable mi puñetera vida… Y mira
que se lo dije: debes tener miedo del miedo y de la culpa… ¡¡¡y no de tu
conciencia mariconaaaa!!! ¿¿¿A quién vas a temer sino al polvo que eres, osea,
a ti mismo???- Entre jadeos, su respiración era ahora más que
frenética y podía oirse desde lejos.
El agente asomó entonces la cabeza con rapidez para
valorar la situación, dejándose ver…
-¡¡¡¿¿Pero qué haces, imbécil??!!! ¿¿Aún me temes?? A
ti también te tocará morir de cáncer, postrado en una cama… ¡¡A ver si entonces
tienes pelotas para sonreir como lo hago yo ahora!!
Dicho esto, estiró sus facciones, y abriendo los ojos
en demasía, su rostro alcanzaba la típica expresión de asombro terminal. Sus
manos se relajaron entonces, y la pistola cayó al suelo, sobre un extenso
charco de sangre.
Tal vez, la bala
que le mató, era idéntica a la que aún sujetaba en la mano. Y tal vez, la bala
que sujetaba en la mano, era idéntica a la que acabó con la vida del otro
hombre.
Tal vez, los tres
proyectiles, sus circunstancias, y las circunstancias de sus circunstancias,
formaban parte… del Todo.
Así lo creía, y
con tal convicción, actuó.