Golpe de sabiduría (o La mirada albina)
Castillo de Olvera
Un vistoso ramo de flores golpeó con la fuerza precisa el féretro de aquel cadáver aún caliente, segundos antes de desaparecer bajo una espesa capa de arena. Los asistentes al sepelio, habían comenzado a retirarse tras la originalidad de las primeras paladas. Finalmente, terminaron por dejar en solitario al enterrador y a otros dos individuos que, como estacas, permanecían inmóviles al borde de la fosa, bajo una sombra interminable que se extendía hasta el infinito.
Un cruce de miradas húmedas entre ambos, colmadas de comprensión, dió luz verde a un abrazo efusivo de tal vigorosidad, que pareció ser el último, y tras mostrarse mutuamente las espaldas, tomaron caminos opuestos.
La trascendencia de este relato, llevó a nuestro nuevo protagonista a adentrarse aún más en el cementerio, hasta su centro. En este cometido, sólo tuvo que caminar hacia delante entre infinidad de sepulcros, cuya antigüedad parecía crecer varios años en cada paso. Sin salirse jamás de una franja sombreada de varios metros de ancho que le servía de guía, terminó justo a los pies de su destino: una torre de altura ilimitada, que no sólo rasgaba el suelo con su sombra, sino también el cielo, hasta el cenit.
A escasa distancia de aquella soberbia y extraña construcción, permaneció un rato inmóvil, intentando identificar bajo sus pies los restos de las tumbas milenarias que rodeaban en espiral su planta circular. Estas, ante su estupor, parecían exhalar cierto olor nauseabundo, en un suelo arenoso especialmente irregular en esta zona, donde adquiría un tono cobrizo.
Absorto ante tanto desconcierto, alzó la mirada a la torre. En su cara oscura, era incapaz de apreciar detalle alguno, salvo el leve contraste del hueco de entrada y su inminente escalera de caracol que ascendía casi desde fuera, como si cualquier desplazamiento horizontal estuviese prohibido en su interior.
Aún sin haberlo decidido, entró, y comenzó a subir...
La exagerada inclinación, tosquedad y vulgaridad en suma de aquella escalera de piedra, estuvo a punto de acabar, en pocos minutos, con toda la emoción contenida durante el acercamiento y acceso a aquella edificación tan arcaica, de no ser, por el atractivo y a la vez tétrico paisaje, que una ventana de arco en semicírculo y tupida reja cuadricular situada cada cinco cuartos de vuelta, mostraba ante sus ojos.
Aunque jamás había sentido tanta soledad como en aquel instante, pensó en el continuo flujo de personas que debía transitar habitualmente por aquella zona baja de la torre, por la infinidad de huellas que modelaban el barro atrapado en la porosidad de la piedra que pisaba.
Así permaneció, subiendo sin parar durante más de una hora, hasta divisar, ya al límite de sus fuerzas, un detalle que le sobresaltó.
Una ventana, similar a todas las anteriores por las que había pasado, carecía de reja. Tal vez, pensó, asomándose lateralmente, la explicación estuviera en la posición sobre el muro exterior, aproximadamente a medio metro del hueco, de una vieja campana de tamaño mediano de la que colgaba un trozo de cuerda, deshilachado en su extremo por el uso, y al que podría acceder si se inclinaba lo suficiente.
En el borde inferior de la campana y orientada hacia la ventana, pudo apreciar, no sin cierta dificultad, ilusoria a la luz de su creciente inquietud y sed de nuevos estímulos, una inscripción labrada en el metal, que llegó a comprender rápidamente y que le mantuvo extasiado durante unos minutos.
El pequeño descanso, motivado por el hallazgo de aquella novedad irrelevante en apariencia, y las sorprendentes vistas que a tal altura podía divisar, incluida la porción de suelo más cercana a la torre al carecer de obstáculos en la ventana, le aportaron la fuerza física y moral suficiente para continuar el ascenso.
A pesar de que aquella interminable escalera circular no se interrumpía al pasar junto a esta ventana tan singular, ni con otras similares que encontró más adelante, estas paradas constituyeron para él verdaderos puntos de inflexión, en los que no faltaba un manuscrito alentador, al pie de una campana cada vez más voluminosa.
El enunciado que encontraba, siempre añadía alguna novedad a los anteriores, cuya interpretación se relacionaba directamente con las posibilidades de comprensión del nuevo. Era como si dialogasen entre ellos.
Y así, subiendo y subiendo por aquella escalera, cada vez más limpia y ajena al trasiego humano, llegó a agotar todas las horas del día, en las que pudo observar, cada cinco vueltas, cómo la sombra eterna de la torre se arrastraba barriendo el horizonte. En el lado opuesto, un sol ralentizado, embrujado ante la perseverante locura de sus pies, protagonizaba el ocaso más largo de su vida...
Llegada la oscuridad más absoluta de la noche, el adiestramiento había sido tal, que aún podía caminar mejor y más rápido. Aunque llegó a temer por la posibilidad de que algún cambio estructural en el camino le hiciese tropezar y caer, o lo que él consideraba peor, que la falta de luz hiciese ininteligibles las inscripciones que iba encontrando a su paso, se sorprendió al descubrir que éstas, emanaban luz por sí mismas, y le otorgaban la valentía suficiente para seguir caminando... incluso a ciegas.
Al amanecer, cuando las sombras aún se esparcían por igual en todo el cementerio, y ante la absoluta indiferencia de sus piernas que seguían con su trabajo, pudo apreciar tras una reja, con una mirada acertada y fugaz, la figura lejana del enterrador ocupado en sus labores junto a una carreta.
Muy pronto, la oscuridad se cobijaría bajo el amparo de la torre, para comenzar a desfilar por toda aquella extensión de terreno, de izquierda a derecha. A estas alturas, aquel extraño campanario, una apreciada intuición y su propio esfuerzo, le habían aportado justo lo imprescindible para continuar allí y seguir subiendo...
Superó tantos escalones como reproches podía tolerar la solidez de sus principios, y una vez más, colmado de ilusión, se asomó lateralmente por otro hueco de ventana. En la base de una enorme campana cogada de una robusta viga de madera por el exterior del muro, fue a toparse con una inscripción que, por primera vez, no alcanzaba a comprender.
-No es para mí- pensó.
En aquel momento, los cimientos sobre los que sustentaba su gozo, cayeron como una torre de naipes, y permaneció cabizbajo y reflexivo, en un intenso enfrentamiento consigo mismo.
Al cabo de un buen rato de permanecer allí, inmóvil, y ante su asombro, una alegría inigualable que sólo él podría describir, inundó su ser. Afortunadamente descubrió, que la sinrazón de aquellas palabras inconexas constituían la última pieza que faltaba en el puzzle de su propio entendimiento, y éste, en su conjunto, obró el milagro...
Un toque grave y pausado de campana resonó en varias millas a la redonda.
Aunque queda abierto a la interpretación del lector en qué instante de este relato la vida habitó el cuerpo de este individuo y en qué momento lo abandonó, he de decir que tardó nada menos que un minuto en llegar al suelo, y que el golpe resultó notable entre los suyos y, por su virulencia, digno de ser recordado.
Fue el propio sonido del impacto el que acabó con el descanso de dos bueyes que, atados a una carreta y adiestrados para la ocasión, sólo tuvieron que andar unos pasos para situarse junto al desconcierto de aquel organismo inerte. Con total indiferencia y con el mismo trato que le hubiese dado en vida, el enterrador tomó el cuerpo y lo arrastró hasta la carreta.
Aquel tipo desconocido, de astutos andares curvos, aunque rectos en apariencia, aún tenía por delante un buen trecho que caminar por la alfombra oscura, hasta llegar a su destino. Bajo un sol de justicia, y al pie de una fosa cavada en el crepúsculo de la mañana, aguardaba ya una multitud que había sido atraída por el toque funerario.
Pronto llegaría el enterrador... y la interminable sombra.
Una vez iniciada la marcha y tras acuciar a golpe de vara a uno de los bueyes, dirigió la mirada hacia atrás. Con una sonrisa burlona y exhibiendo unos ojos extremadamente claros, casi blancos, pudo leer aún a cierta distancia y en la penumbra, una frase tallada en piedra, sobre el hueco de acceso a la torre.
Traducida desde la oscuridad, decía lo siguiente:
"El hombre muere cuando más sabe"
35 comentarios:
BUSCADOR,IMPACTANTE RELATO QUE ME SUGUIERE MIL PENSAMIENTOS..¿NO SERIA LA ESCALERA QUE SUBIA SU PROPIA VIDA?
¿POR QUE LA INSCRIPCION NO ES PARA MI?
QUIZAS NO DEBIA HEBER SUBIDO Y QUEDARSE ABAJO CON SU IGNORANCIA O,TAL VEZ ALCANZO TAL GRADO DE SABIDURIA QUE NO NECESITO DE SU CUERPO MORTAL...REALMENTE MAGISTRAL.
BESOS BUSCADOR.MJ
A mi me recuerda la fatal rueda del destino en la que todo mortal está preso... Nacer, crecer, morir, y vuelta a nacer, amar, sufrir, gozar, morir, nacer de nuevo... Y así vida tras vida en una espiral ¿interminable?
¿Podrá el común mortal zafarse de este destino? xD
P.D. La foto excelente, por cierto
No es lo que cuentas, ni cómo lo cuentas... Es, además de todo aquello, el singular aporte filosófico que impregna tu relato; Un singular sello personal, menú de la casa, en un texto que después de saborear, te deja la impotente sensación de seguir teniendo aún más sed.
Una de dos: o me engañaste simulando no ser escritor o has salido del armario, literariamente hablando. Sea cual sea la opción a marcar, me descubro ante tu peculiar estilo y ante tu poderoso ingenio.
Un abrazo, Buscador.
Asombroso relato, de los que me atrapan hasta el final. Un cariñoso saludo
No es para mi.
Con esta música y estas palabras que no volveré a leer, me hacés caer lágrimas.
(Los relatos pierden intensidad cuando son relatados en tercera persona...Dicen algunos)
me a gustado leerte:)
un saludo!
que todo valla biem:)
Hola Mª JOSE,
me ha alegrado doblemente tu comentario. En primer lugar, me alegro de verte por aquí y en segundo lugar, porque has comprendido bien el relato.
Un abrazo.
Buscador de buscadores:
Con respecto a tu comentario en mi espacio en la entrada "El miedo a crecer", te diré que para mí el mar es algo realmente maravilloso e inspirador, aunque no lo conozca más que por fotos, videos y explicaciones referentes a él.
Gracias por tu visita, lectura y comentario en mi espacio.
Otro abrazo desde Ángel Poético.
Hola ANGELINA,
"El enunciado que encontraba, siempre añadía alguna novedad a los anteriores, cuya interpretación se relacionaba directamente con las posibilidades de comprensión del nuevo. Era como si dialogasen entre ellos..."
Planteas una muy buena reflexión, que seguro encaja a la perfección en el puzzle de tu entendimiento.
Gracias por el comentario, y un abrazo.
... espiral que asciende cuando las notas se expresan o los acordes se liberan de sus ataduras, buscando el hogar donde permanecer por siempre imperecederos.
Es la vida, siempre adelante y hacia arriba, en la rueda de la experiencia, del eterno presente, donde "no es para mi" podría significar, no puedo parar.
En fin ... precioso, como todo lo que escribes, que llega al alma enmarcado con inigualables fotografías.
Enhorabuena.
Amigo ONMINAYAS,
no sabes cuánto me alegro de tu comentario. Primero, porque es todo un honor para mí tenerte por aquí. Y segundo, porque estoy convencido de que han sido comentarios como éste, los que me han animado a seguir escribiendo relatos.
Te repito que, aunque aún tengo mucho que aprender y no creo que sea para tanto, jamás pensé que podría hacerlo de este modo.
Me sorprende muchísimo lo diferente que resulta hablar a escribir. En el primer caso, predomina la improvisación y en el segundo y si no se quiere, apenas interviene... afortunadamente para mí.
GRACIAS
Gracias CRIS por tu comentario, y bienvenida.
Hola DIANA,
eso que dicen algunos es cierto, aunque éste no es el caso.
No lo digo porque no sea yo capaz de restarle intensidad, que seguro que sí, sino porque por esa torre subimos todos... ;)
Me alegro mucho de que te haya gustado.
Hola LEORIGINAL !!!
Me ha dado un vuelco el corazón ! :)
Igualmente, nos leemos.
Hola JORGE ANGEL,
me sorprende que no hayas visto el mar y que puedas expresarte de ese modo, pues pareces el mar mismo... Me gustaría estar presente cuando lo conozcas o, al menos, que no te olvides de escribir sobre ello.
Gracias a tí y otro abrazo.
Hola SOY,
las mejores sinfonías se escribieron en cautividad, y expresaban libertad a raudales...
"No es para mí", el desasosiego de la incertidumbre...
http://elocasodelamirada.blogspot.com/2009/08/paz-atemporal.html
Animo y sigue subiendo ;)
vaya yo esperaba que esa torre lo dirigiria hacia otra vida o otros mundos pero lo catapultó devuelta a la realidad de la que provino, es no me lo esperaba para nada, excelente final
un saludo
Hola JUGUETE,
esa interpretación que haces de la caída y la vuelta a la realidad, es perfectamente válida, entre otras.
Me alegro de que te guste.
Gracias y un saludo.
Ahora comprendo tu comentario en mi blog...
Es así.
La paz fuera de la vivencia en sí, sea esta cual sea.
GRacias
Un relato muy filosófico y de verdad interesantísimo.
Un abrazo.
Muchos hombres van por la vida buscando, atesorando saber y se pierden, pero quedarse ignorante no es bueno que al fin sabio e ignorante han de morir porque nada es eterno. Un gusto leerte, besos, cuidate.
Hola SOY,
efectivamente, me refiero a esa paz tan especial e indiferente a todo cuanto ocurre, que nos acompaña sólo a ratos y que debemos buscar, muy por encima de la mal llamada 'felicidad', basada en logros concretos o cosas materiales.
Gracias JOSE ANTONIO.
Un abrazo.
Hola POETIZA,
dices bien, aunque creo que independientemente de que pueda llegarse o no a alguna conclusión útil, y aunque esté condenado a permanecer eternamente en la ignorancia, el ansia de búsqueda es incontrolable...
Saludos.
Impactante relato...aun estoy rumiando las palabras que no me salen para expresar lo que me ha hecho sentir, unido a esa música que suena excelsa( este tipo de música es de mis favoritas), este lugar me inspira recogimiento, que es la fase donde me encuentro en estos momentos.
Volveré de eso no te quepa duda, es más he decidido finalizar el comentario en este momento para releerte con mayor detenimiento y dejarme absorver por por la música...pero para adentrarme más en el sentido del relato tan fantasticamente escrito.
Gracias por tener este lugar buscador.
Genial tus fotografias y montajes, eres un artista.
Espectacular tu blog, aún no salgo de mi asombro, no pensaba encontrar un espacio virtual así, me he quedado enganchada a las palabras, las imagenes y a la música.
Mi más cordial enhorabuena y si esa belleza la observa un ojo miope a traves del diafragma que dios te bendiga la miópia.
Hola EURICE,
no sabes cuánto te agradezco estos comentarios.
Este tipo de literatura, se enfrenta a múltiples obstáculos. Sobre todo, expresar una serie de pensamientos que, independientemente de su utilidad, destacan por su abstracción. Y aunque este logro ya podría ser considerado como fin en sí mismo (en mi caso lo es), aún falta el lector, que en pocas ocasiones manifiesta su agrado y comprensión, rúbrica tal vez de la intrascendencia de estas ideas, o de mi incapacidad para conectar con él por medio de ellas.
Gracias de nuevo y bienvenida.
o0OOh!! cuanto honor tu visita a mi desván y tus letras allí depositadas...además de compartir el intermezzo de Mascagni ;)
"El hombre muere cuando más sabe"
esto me trae a la memoria una frase de Michael Corleone (habrás observado mi fanatismo por Al Pacino, hasta le he dedicado un blog) en el Padrino III
"Cuanto más enfermo estoy más sé...cuando muera seré muy sabio"
Hasta tu proxima actualización
Me ha gustado encontrar tu blog, gracias por pasar por el mío.
La verdad que por momentos me hiciste recordar a Lovecraft, sitios antiguos y misteriosos y personajes lúgubres. Excelente relato.
Un abrazo
Lovecraft !!!
Dios mío, FHER, eso sí que es un elogio, aunque extremadamente exagerado.
Gracias y bienvenido.
Vaya un relato que te agarra de principio a fin, muy interesante.
Saludos.
Me alegro de que te guste PARISINA,
un saludo.
que pasa que no publicas mis comentarios??te ofendi de alguna forma?
abel maim
mmmmmm.....
abel maim
Hola ABEL,
he tenido problemas con la publicación de algunos comentarios. No sólo me ha ocurrido contigo.
Te agradeceré vuelvas a comentar y disculpa las molestias.
Gracias y un saludo.
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