viernes, 11 de diciembre de 2009

Visto y no visto

Mi reloj y unas flores de mi jardín

¿Tienen reloj de pulsera?

Obsérvenlo.

Al dirigirle la mirada, recordarán esto, ahora y siempre:

Porque vieron al relojero, dirán que estoy como una cabra,
si afirmo que el reloj existió perpetuamente, o se hizo a sí mismo,
sin que un tercero interviniera en su creación...

¡¡¡ Cuánto más complejos que esta maquinaria
son el universo y sus leyes (relojero incluido) !!!

¿Qué opinarían ante una afirmación similar aplicada al cosmos?

Amables lectores, lo dejo a vuestra inestimable consideración...

(sólo si tienen un reloj en la muñeca, claro)

viernes, 4 de diciembre de 2009

El ojo de cristal

Patio del pozo - Alcázar de Segovia

Dicen que para resolver un problema, primero es preciso percatarse de su existencia.

En sueños, me he visto reflejado en un pozo siniestro de aguas oscuras, donde mi silueta se recorta vivamente sobre un cielo a veces grisáceo, y en ocasiones estrellado.

Es tal la desconfianza hacia todo cuanto veo, que las imperfecciones de aquella imagen, despiertan en mí serias dudas acerca de la posición que ocupa realmente mi reflejo y el lugar que ocupo yo. Buscando al verdadero culpable de esta distorsión visual, y como en un juicio justo, doy la absolución a la turbidez de las aguas, al eco del viento allí atrapado, e incluso a la razonable distancia que se interpone entre mi rostro y aquella superficie opaca, para acabar descargando toda la responsabilidad sobre mi propia percepción de la realidad y de mi esencia.

En esta fase del sueño, llevo las manos a la cara y comenzando por el izquierdo, me palpo los ojos, tanteando sigilosamente, como el que busca el arma del delito.

Ante mi asombro, descubro una dureza inesperada tras el párpado.

Armado de valor, uso una mano para abrirlo, y con la otra introduzco el dedo pulgar hasta el fondo, y luego el índice por el otro lado. Así consigo extraer una pesada esfera de cristal, que mantengo perplejo entre ambas manos.

A continuación, con un gesto despiadado, la dejo caer al pozo, mientras sigo observando allí abajo mi reflejo imperfecto, ahora más tenue y aún si cabe, más desfigurado.

Mi asombro todavía pervive cuando, superpuesta a esta imagen, percibo la visión vertiginosa de las paredes oscuras del pozo girando alocadamente, mientras el ojo de cristal avanza hacia el abismo, atraviesa el reflejo humilde de mi propia miseria, y se pierde en las profundidades inhóspitas de aquel infierno atroz.

Debe reposar ya en el fondo y mirando hacia arriba, cuando la componente dinámica de aquella doble percepción se estabiliza, dando paso a la estampa de un ojo, reflejada bajo la superficie del agua, en un escenario irregular de piedras calcáreas. Aún avanzo más hacia la locura y las dudas se multiplican, cuando llego a apreciar una tercera imagen tras las anteriores, mucho más difusa, de mi propio rostro.

¿Dónde me hallo?

¿Acaso no estoy arriba, observando mi reflejo en la superficie a través de la información que mi ‘único ojo sano’ continúa enviándome? ¿Me encuentro tal vez en el fondo, mirando mi rostro a través del agua? ¿No será que puedo ver desde allí abajo, a través de aquel ojo inerte, que también se observa a sí mismo reflejado en el aire?

Es entonces cuando mi consciencia, a punto de desfallecer, saca fuerzas de flaqueza.

Con una maestría inusual en mí, comienzo a enfocar esta superposición de diapositivas inconexas. Aunque mi única certeza sigue siendo la de habitar un mar de dudas, la imagen resultante, un poco desdoblada todavía por el primer reflejo, parece derrochar nitidez y mostrarse reveladora, sobre un cielo a veces grisáceo, y en ocasiones estrellado.

Hasta el ojo de cristal, aparece en su lugar, incrustado en mi rostro…

Cuando despierto de aquel enigmático sueño, mi agitación persiste hasta comprobar el tacto blando de mis párpados, a lo que sigue una fe ciega hacia todo cuanto veo, así como la ausencia aparente de problemas, y de cualquier duda ante lo que soy y el lugar que habito.

No obstante, hoy me embarga un deseo irrefrenable de volver al pozo oscuro. Dormiré mi consciencia a este mundo, para viajar hasta aquella perforación arcana, mausoleo de miradas, galería de lo insondable…

… y arrojar allí mis ojos cristalinos… ambos.


Safe Creative #0912055064671

viernes, 27 de noviembre de 2009

El domador de estrellas

Higos brevales - Sendero desde El Bosque a Benamahoma

El silbido estridente de un tren de cercanías le despertó al alba.

En un salto, tuvo la destreza de tomar el desayuno, asearse y engalanar su aspecto. Le sobró tiempo incluso para leer el periódico, pero en su ausencia, prefirió dedicarlo a retirar los cartones que le habían servido de refugio en un hueco lateral de la estación, y a los que sin duda, debía la vida. En una noche helada como la que había sido, el fuego no quema, y las serpientes aprovechan para desprenderse de su piel, soldada a las piedras.

Sólo le bastó dar unos pasos para situarse junto al vagón de cola, adonde acudían presurosos un sin fin de individuos colmados de aspiraciones, para fulminar el vacío de sus asientos tapizados.

Como en un alistamiento, enfilaban el angosto acceso a aquella máquina.

Estaban todos: el comerciante encorbatado, la maestra de gafas afiladas, el joven avispado, el mentón del concejal, una exposición de besos a cuatro patas y el loro enjaulado de la falsa viuda. Vestida de extravagantes joyas, exhibía su rostro fruncido y barnizado por capas, en el que hubiera podido leerse el número de primaveras yermas, mejor aún, que sobre el tronco cortado de un árbol.

Desde la otra punta del andén, le entretuvo el ritual protocolario del maquinista antes de entrar en la cabina. Tirando el cigarrillo primero y ajustándose la gorra después, finalizaba el proceso animándole a ocupar asiento; invitación que rehusó con un breve ademán agradecido.

Un traspié de la mujer de los anillos, última de la fila, la hizo abalanzarse sobre el pasillo del vagón. Su jaula, convertida hábilmente en bastón, logró evitar una aparatosa caída (pero no al pobre animal…).

Las puertas se cerraron.

Desde fuera del tren, y a través de cristales ahumados, pudo ver el semblante impaciente e inconcluso de los pasajeros, otra docena más de besos, y el afán desmedido del loro, devolviendo al depósito alimentador los granos desparramados por el piso de la jaula, una vez que ésta descansaba ya segura sobre la falda de su propietaria.

Simultáneamente a todo esto, sólo él podía contemplar cómo el sol comenzaba a trepar entre álamos rosados de hojas inquietas, y cómo la hermosa algarabía de un coro de jilgueros, había tomado ya el relevo del canto pausado y a capella de una pareja de búhos…

… pero vayamos al grano.

Aunque la intención acumulada en el interior de los vagones hubiese bastado para mover el tren, la máquina rugió, y un pitido fino y prolongado avisó de la inminente salida de aquel contenedor de propósitos.

Huyendo de sí mismo, se perdió en el horizonte.

Ante sus ojos solitarios, ahora se mostraba sobre la vía la profundidad del bosque, el vacío auténtico, genuino, antes disfrazado de falsas carencias.

Con un primer paso en firme… se dispuso a llenarlo.

Siguiendo los rieles, caminó durante horas de extraña duración; longitud temporal indefinida entre la brevedad de cualquier dicha y el suspiro eterno del que agoniza.

Era muy consciente de la travesía que tenía por delante. Sin embargo, no pensaba en las montañas que aún había de atravesar. Tampoco le pudo la soledad del valle que se abría ante sus botas harapientas, tan útiles como apreciadas. Y ni siquiera llegó a importarle lo que hubiese allá donde alcanzaba su sombra. Su atención, se había atrincherado en cada paso. Era allí y en ningún otro lugar, donde su vida se desgranaba…

Por encima de todo… quería estar presente.

Vías y traviesas servían de diques, delimitando numerosos charcos de agua cristalina, donde saciar su sed. Procuraba esquivar la imagen de su propia envoltura allí reflejada, corteza que malvendía su bello contenido a otros, y que no estaba dispuesto a comprar a tan bajo precio…

Cuando le asaltaba el apetito, las ramas próximas de los árboles le parecían mangas estiradas de apuestos camareros, que ofrecían irresistibles higos (sólo en apariencia), un ramillete de bellotas maduras, o cualquier otro manjar que fuese de su agrado en aquel momento.

Su mente, cansada ya de severas dietas, había tenido que emigrar muy lejos, y ahora ocupaba un puesto renombrado en una prestigiosa compañía de títeres. De vez en cuando, le enviaba recuerdos, a los que él siempre contestaba con respeto… hasta tal punto era así, que iba personalmente a saludarla, en el acto.

Al llegar a la estación de destino y sobre el último tramo de la vía, pudo apreciar que, como el sol, ya acariciaba la ciudad… fiel reflejo de sí misma.

El trayecto había llegado a su fin.

Volviendo la mirada atrás, agradeció al bosque su compañía, el cual quedaba ya distante. Aquella composición inaudita de tonalidades encendidas, parecía sonrojarse, para luego sumirse en la oscuridad más estéril…

Fue su agotamiento, el único responsable de la existencia tras de sí de una banqueta de madera, sobre la que tomaron asiento él, y su soledad. Aún pasaría un buen rato allí antes de acostarse. Transcurrida la noche entre cartones, volvería una vez más sobre sus pasos.

Llevándose la mano al pecho, extrajo del bolsillo de su chaqueta la única y más preciada de sus posesiones después de su indumentaria: un pequeño caramelo enrollado en papel añejo con figuras ilegibles, regalo de su infancia, y que no había sido nunca desenvuelto.

La aparente irrelevancia del camino recorrido, sumada a la posible incomprensión hacia lo que aquel amuleto absurdo podría significar, sólo puede traducirse en la más absoluta incredulidad ante lo que aún quedaba por acontecer…

Con la mano entreabierta y la mirada fija en el cielo ya oscurecido, divisó a toda una eternidad de estrellas dirigirse hacia el cenit…

…venían a él, a pedirle un deseo.


Safe Creative #0911275018860

viernes, 20 de noviembre de 2009

Ira incomprendida (Reposición)

Atardecer en Medina Sidonia

¿Dónde estás cuando el fuego abrasa el horizonte?
¿Cuántas miradas bastan cada día para apaciguar su ira,
creciente como la ceguera?
¿Cuándo dejarás que sea éste, el ocaso de tu mirada...?

viernes, 13 de noviembre de 2009

Tejidos mentales (Reposición)


Corta el primer hilo, el más robusto y protegido y tira de él, verás toda una maraña que envuelve tu pensamiento y asfixia tu presente.

Corta el segundo, para comprender cómo se elabora ese entramado con tira-aflojas ajenos e incontrolados, siempre lejos de tu voluntad.

Tu tejedora no cesa de fabricar ese tejido que tan poco te agrada...

Identifica, corta y controla.

Identifica, corta y controla.

Identifica, corta y controla.

Identifica, corta y controla.

Identifica, corta y controla.

No abandones el presente.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Verdadera riqueza (Reposición)

En la cima del monte Picacho (Alcalá de los Gazules)

Dejad que proclamen sus riquezas aquellos que, afinados sobre cáscaras de hormigón y sin presente alguno, se afanan por sustituir "ceros" por "unos" en el disco duro de alguna entidad bancaria, que yo seré, en estos parajes solitarios y mientras viva, el hombre más rico del mundo.

viernes, 30 de octubre de 2009

Monstruos de-mentes

Hormigas en la miel

Mi cabaña es pequeña.

En su mayor parte, está ocupada por la cocina, donde hago vida habitualmente. En el espacio restante, dispongo de un viejo camastro que ocupa el dormitorio en su totalidad, y un minúsculo aseo, si puede llamarse así, ya que sólo se trata de un váter empotrado en la pared del pasillo.

Realmente, no sé en qué momento comenzó todo.

Desde hace algunos años, vengo observando cierto desorden en la cocina, del que me declaro absolutamente ajeno. Además, desconozco si lo que cambió fue el orden habitual de las cosas en este recinto o, sencillamente, mi percepción del desconcierto que aquí y por entonces, ya reinaba.

Cada mañana, encontraba cacerolas en el suelo, cubiertos sucios desperdigados por doquier, cajones abiertos, especias desparramadas, y el abandono de un sin fin de enseres de cocina, cuyas extravagantes posiciones sólo podían estar rindiendo homenaje al propio concepto de... caos, en sí mismo.

Durante todos estos años, he pasado la mayor parte de los días limpiando y devolviendo las cosas a su sitio. Me ha sobrado muy poco tiempo para cocinar, mi mayor delirio, y como no debería ser de otra forma, degustar a fondo mis platos preferidos.

Lo realmente novedoso, aconteció ayer.

Mientras procedía a retirar una sartén del suelo, y entre los restos de una vasija, me sobresaltó el movimiento repentino de una enorme cola de lagarto, de al menos dos metros de longitud. Arrastrada por quién sabe qué extraña criatura, se deslizó sobre el alféizar de la ventana, desapareciendo en el acto, entre el espesa hojarasca del árbol que ciega prácticamente esta abertura.

Otra porción de susto exacerbado casi acaba conmigo cuando, en un rincón, camuflado entre las oscuras volutas que adornan la alacena, un espectro peludo con credenciales de monstruo y brazos en cruz, cambió, ante mi mirada e inexplicablemente, su rostro atroz por una nuca calva y arrugada que resultó hasta graciosa, para darme la espalda y tomar en sólo un segundo, el mismo camino que su antecesor...

Tras recuperarme de aquellos sobresaltos de infarto, con sudor frío, tembloroso y alerta ante lo que aún podía encontrar, pude percatarme de que el trabajo estaba prácticamente acabado, salvo un par de artilugios que recogí del suelo y una cuchara usada con restos de miel, que permanecía aún sobre el escurridor.

Una hilera de hormigas acudían allí presurosas desde la ventana.

Ante mi asombro, y sólo con la persecución de mis ojos, aquellas hormigas cambiaban súbitamente de sentido, en dirección al exterior, como si de un reguero de pólvora encendida se tratara...

Hoy, he comido bien.

Aún permanezco absorto ante lo sucedido ayer. Ahora que despunta la noche, ante esta ventana, me pregunto qué habrá sido de esas criaturas inmundas, que a buen seguro no volverán a molestarme. Sin duda, puedo dar fe, del majestuoso e inexplorado poder de la mirada...

Creo que mañana saldré a podar ese árbol, cuyas tupidas ramas me impiden ver más allá y oscurecen...

¿¿ QUE HA SIDO ESO... ??

¡¡¡ DIOOOSSSS !!!


Safe Creative #0911154884548

viernes, 23 de octubre de 2009

La sonrisa invertida

Océano Atlántico - Novo Sancti Petri (Chiclana de la Frontera)

Sería difícil de averiguar, en qué momento la justa combinación de presión, temperatura y humedad llegó a conferirle el volumen mínimo necesario para ser distinguida de aquella atmósfera caótica en la que se encontraba.

La curvatura perfecta de su superficie esférica, no sólo reflejaba, con cierta amplitud visual desmedida, todo aquello que en apariencia no era, sino que además servía de envoltorio engañoso de su individualidad sólo temporal, con respecto a una nube grisácea que le proporcionaba el sustento.

Durante el primer aliento de su existencia, pudo jugar a la danza del viento, entre un sin número de iguales que surgían con sutileza y en aparente desorden a su alrededor, pero justo allí donde tenían su espacio reservado, y fue la creciente verticalidad en los movimientos inicialmente horizontales de aquel baile prematuro, la que acabó con su niñez y la introdujo en un nuevo mundo gris-azulado, mucho más nítido y extenso.

La cercanía galopante de otras esferas cristalinas más voluminosas cada vez, acabó mostrando su propia pequeñez, a lo que respondió tragándose a todo aquel semejante inferior que encontraba en su camino, en el acuerdo común de no abandonar la competitividad de aquella carrera vertiginosa, en picado... y en caída libre.

Finalmente y como no, antes de ser atravesada por los inéditos rayos de un sol caído que asomaba perplejo entre nimbos encendidos, y con el último reflejo piadoso de una sonrisa invertida multicolor, fue a estrellarse contra su propio origen, asesino de su falsa identidad, de donde provino.

La inmensidad del vasto océano, le daba la bienvenida...


Safe Creative #0911154884500

Blogger Templates by OurBlogTemplates.com 2008